Sabor de dátil
Salpicón
Por Gustavo Páez Escobar
En mi anterior visita a la patria chica, hace 14 meses, encontré un notorio abandono del pueblo, situación que me impulsó a escribir la nota Soatá en decadencia. En aquella ocasión me llegó un expresivo mensaje firmado por varios habitantes de la población, donde manifestaban su solidaridad por el sentido constructivo de esa crítica, como acicate para buscar el progreso que se había dejado perder.
Regreso ahora a los lares nativos y me encuentro con una sorprendente transformación. En Soatá han cambiado muchas cosas. El pueblo parece que hubiera sido retocado como las quinceañeras primorosas. Las residencias han sido embellecidas, y el cuidado de calles y parques es evidente. Autoridades y vecinos comprenden la importancia de imprimir en el ambiente ese algo de magia que atrae al turista y hace placentera su estadía.
A las autoridades les corresponde motivar el ánimo ciudadano para levantar la moral pública. No puede existir buena disposición de los vecinos si se carece de eficientes servicios públicos, de calles pavimentadas y aseadas, de parques reverdecidos.
Mi nota de hace 14 meses concluía así: «Lo escuchamos, señor alcalde». Luis Argelio Sepúlveda Archila, el alcalde próximo a finalizar su mandato con el aplauso de la ciudadanía, me dice que su respuesta está a la vista. Y agrega que su mayor preocupación fue rescatar la parte estética del pueblo. Todo un programa de gobierno. Como el municipio queda sin deudas, ya que la obra del alcantarillado (acometida por Camilo Villarreal Márquez, el alcalde anterior) se llevó a cabo con fondos propios, están abiertas las puertas de Findeter para nuevos programas.
La cultura también está de plácemes. Nacho Báez, inquieto promotor de la vida municipal, organizó con excelente gusto el Museo de Artes, Costumbres y Tradiciones del Norte de Boyacá. En él se coleccionan elementos antiguos que llaman la atención por su novedad y por el toque artístico con que han sido restaurados. A la casa de cultura que lleva el nombre de la poetisa Laura Victoria se trasladaron numerosos tomos con las escrituras notariales que en el siglo pasado determinaron la compra de tierras y marcaron otros hechos importantes de la localidad.
Me entero, además, de la labor de publicaciones que cumple la Alcaldía desde tiempo atrás. El último libro es del poeta Enrique Ordóñez Sampayo, oriundo de Majagual y residente hace varios años en Soatá, obra que lleva el nombre de Lluvia sobre silencios. El poeta, que se ha compenetrado de la idiosincrasia lugareña, le canta a las costumbres, la tierra, las cuitas y alegrías del amor, con hondo sentimiento. Soatá ha dado un paso adelante: en progreso local, en espíritu cívico, en cultura, en poesía de la palabra y de la naturaleza. Mi pueblo vuelve a tener sabor de dátil.
El Espectador, Bogotá, 1-II-1992.