El sainete del salario mínimo
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Hace un año el ministro Hommes, que por aquella época impulsaba sus implacables fórmulas fiscalistas, sacrificó, con el argumento de que debía detener la inflación a como diera lugar, a dos sectores desprotegidos: el de quienes sólo cuentan con el salario mínimo, y el de los jubilados, que no tienen sindicato que los defienda.
Mientras el índice de inflación de 1990 fue del 32%, el salario mínimo sólo fue reajustado en el 26%. Los 6 puntos de pérdida (para mantener la presunta actualización del dinero) les duelen hoy a miles de colombianos castigados por la férula del señor Hommes, quienes tuvieron que sufrir en 1991, bajo los rigores de los impuestos desbordados y el inalcanzable costo de la vida, el año más duro de los últimos tiempos.
A pesar de la prohibición oficial de aumentar los salarios por encima del 24% (anuncio similar al de este año), hubo entidades del sector oficial que en 1990 superaron el 32% en la negociación de los pliegos de peticiones. En Colombia, como se dice con expresión gráfica, la ley es para los de ruana. Parece que el ministro necesitaba para fines más lucrativos los 6 puntos que les quitó a los marginados.
A las centrales obreras les ofreció, como premio de consolación, que este año el salario mínimo sería reajustado dos puntos por encima del índice de inflación. Y las centrales, en señal de protesta –como siempre lo hacen en este sainete decembrino– se retiraron de la mesa de negociación. Una aparente mesa de negociación donde sólo se impone la voluntad del Gobierno. Veremos si la misma escena se repite en los próximos días.
Y resulta, a la hora de la verdad, que los dos puntos del ministro no eran por encima de la inflación sino por debajo de ella. En efecto, el Pastorcito Mentiroso, como lo llama un comentarista de prensa, sólo ofrece el 25% para el salario mínimo.
Mientras tanto, por iniciativa del Gobierno se piensa aumentar el sueldo de los parlamentarios de $700.000 a $2’000.000 (186%), mientras ellos sólo buscaban $1’200.000 (71%). Estos factores dejan en pañales el porcentaje que con el conocido sistema del cuentagotas ofrece el ministro para quienes carecen de influencias. Pero es que a los parlamentarios se les apareció su Pastorcito Bueno.
No quedaría difícil buscar una fórmula equitativa si en realidad existe ánimo de concertación. Esta palabra, tan de moda, y que adquirió mayor resonancia en labios del Primer Mandatario cuando en días pasados inauguraba las cámaras legislativas, se presta para el uso y el abuso. De todas maneras, el término tiene fuerza constitucional.
Dice el artículo 48 de la Carta: «La ley definirá los medios para que los recursos destinados a pensiones mantengan su valor adquisitivo constante». Como éstas, en virtud de la ley 71 de 1988, se reajustan con el mismo porcentaje del salario mínimo, deben obtener, para que no continúen devaluándose, un incremento superior al 27%, restituyéndoles lo que el año pasado quedó debiendo el ministro.
Se espera del ministro de Trabajo, quien preside el Consejo Nacional Laboral, su decidida actuación como vocero de las angustias de las clases trabajadoras. Y ojalá las centrales obreras resistan completa la nueva sesión del sainete. Si se logra la anhelada concertación –palabra presidencial–, el ministro Hommes dejará de ser el Pastorcito Mentiroso.
El Espectador, Bogotá, 19.XII-1991.