IBG: una hazaña quindiana
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Hace 25 años, descendiendo de la montaña antioqueña, llegaba a Armenia un creador de empresas: Iván Botero Gómez. Abandonaba sus lares nativos en busca de otros horizontes, sin sospechar que en el Quindío, que se organizaba como nuevo departamento, estaría su futuro. Fundó un pequeño negocio de ropa, y a medida que hacía amistades y progresaba en las ventas, el Quindío se le reveló como la tierra de promisión. Con este aliciente interesó a su familia, que se había quedado en Santuario, para que se uniera con él en el propósito de formar entre todos bases seguras de progreso.
Iván Botero Gómez, entonces un menudo habitante de la Ciudad Milagro –así bautizada años atrás por el maestro Guillermo Valencia–, iniciaba su propio milagro. Más tarde se produjo el primer salto desde el modesto comercio de ropa a una industria de confecciones. La familia en pleno, con ese sello de trabajo y solidaridad tan característico de la raza paisa, se comprometió en la tarea de hacer crecer sus actividades comerciales. Se había partido de la nada, pero los esfuerzos unidos permitían avanzar cada vez con mayores logros. Más tarde, el pequeño punto de arranque que había sido el almacén de ropa fue superado en sucesivas etapas hasta conformar florecientes industrias de confecciones.
Luego apareció en la mira de Iván Botero Gómez el reto de los electrodomésticos. Era para él un terreno ignorado, pero al sentirse atraído por dicha modalidad mercantil, descubrió que éste sería su fuerte. Montado el primer almacén, se inició la cadena de éxitos que ha acompañado a la firma por espacio de estos 25 años, hasta convertirse en una de las empresas más promisorias del país. Superando dificultades, y siempre con la moral en alto, este resuelto hombre de trabajo ha conseguido consolidar un respetable grupo financiero que es orgullo para el Quindío y modelo para la industria nacional.
La red de electrodomésticos, extendida por muchos sitios del país, cuenta ya con productos propios de calidad, como las neveras y los televisores IBG, y hoy busca los mercados del exterior. La firma se ha especializado además en muebles de alto acabado, y es propietaria del mejor hotel de Armenia. Pero la pasión de Botero Gómez es la línea que lo llevó a la meta conquistada. Hoy más que nunca, cuando muchos competidores han quedado derrotados, se siente líder en la guerra de los electrodomésticos.
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Estos hechos le hicieron ganar la Orden de los Fundadores, con que la Alcaldía de Armenia premia las grandes contribuciones cívicas. Iván Botero Gómez ha escrito un capítulo digno de encomio en la vida quindiana. Dados mis entrañables vínculos con el Quindío, soy testigo de su formidable esfuerzo creador. Es preciso señalar este caso como una hazaña del trabajo –en una región que exhibe ese símbolo en el hacha laboriosa– y como ejemplo del esfuerzo, la tenacidad y la fe que derrumba montañas.
El Espectador, Bogotá, 28-XI-1991.