Henry Kronfle
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
En Méjico conocí a Henry Kronfle, poeta y diplomático ecuatoriano, gran amigo de Colombia. Allí reside hace varios años, y gracias a su poesía universal, traducida a diversos idiomas, mantiene estrechos vínculos con los países americanos. Fue de las personas que estuvieron más cerca de Pardo García, a quien considera «el primer poeta cósmico y científico que ha dado la literatura universal».
Kronfle figuraba entre los miembros del consejo editorial de la revista Nivel, suspendida en agosto de 1989, y desde sus páginas cumplió, en asocio con otros destacados escritores, notoria actividad cultural y de estímulo a las letras latinoamericanas. Esta afinidad con nuestro insigne poeta le acrecentó su afecto por Colombia.
En estos días volví a encontrarme con Henry Kronfle en la ciudad de Bogotá, dentro de la gira que junto con su esposa Ivette, y con auspicio de la Organización de los Estados Americanos, adelanta por varios países para presentar su último libro: Entre el tiempo, el espacio y el amor. Selecto público, reunido en las instalaciones del Convenio Andrés Bello, rodeó de admiración a este maestro del soneto que ya tiene conformada obra valiosa. Con este libro consolida su producción y asciende un nuevo peldaño en las letras del continente. Hace varios años manifestó Jorge Luis Borges: «Kronfle es uno de los valores de América».
Sus dos libros anteriores, Los sonetos de las definiciones (1984) y Vibraciones del alma (1987), fueron prologados por Germán Pardo García, que en uno de ellos manifiesta: “Todo aquel que se aproximare a estas mágicas leyendas del poeta del sur, hallará un misterio divino y humano imposible de tener otra definición que no sea ésta: poesía desde las angustiadas sienes hasta los alados pies”. Conceptos similares a los de Borges y Pardo García han sido expresados por notables figuras de las letras.
En Méjico, donde reside hace once años, goza de gran prestigio y es objeto de permanentes elogios en los medios de comunicación. Allí, con motivo del nuevo libro, se le organizó solemne homenaje en el Palacio de Bellas Artes, cuyo recinto se vio colmado de público delirante, atraído tanto por la profundidad del mensaje poético como por las dotes de declamador que adornan al delicado rapsoda. La voz de Henry Kronfle vibra por su romántico aliento, imbuida de ritmos emotivos y honda filosofía. Son admirables sus sonetos, en los que las ideas y los vocablos se ajustan con maestría hasta lograr acabados perfectos.
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En nuestro país, tal vez el nombre de Kronfle no ha sido divulgado con la amplitud que merece, y ojalá nuestras librerías se interesaran por sus obras, sobre todo por la última, preciosa edición en papel Kimberly clásico marfil, realizada en Ciudad de Méjico por Talleres Gráficos de Cultura. De todas maneras, aquí estuvo el poeta con su palabra de hermandad para el pueblo colombiano.
El Espectador, Bogotá, 2-I-1992
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Misiva:
Me agradó muchísimo tu reseña, la que refleja el sincero aprecio que me tienes y que está totalmente correspondido de mi parte. Ese honor de haber estado en El Espectador y, más aún, en tu pluma, lo conservaré siempre en el plano de mi más alta gratitud. Dicho artículo ocupará un sitio especial en mis álbumes de recortes periodísticos. Henry Kronfle, Miami Beach, Florida