Nuevo ritmo quindiano
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Nada fácil se mostraba para Mario Gómez Ramírez la batalla, en esta primera elección por voto directo del pueblo, de la Gobernación del Quindío. Siendo Ancízar López su mayor competidor en el debate electoral –en una región que éste siempre mantuvo sometida a su dominio–, había que pensar en lo temeraria que resultaba la pretensión de destronar a quien ostenta hace 25 años, desde la creación del departamento, el título de Cacique. Cualquiera sabe en el Quindío que el nombre propio de su primer gobernador se fue diluyendo poco a poco hasta quedar convertido en una identificación personal: el Cacique.
El país está lleno de caciques o gamonales –en minúscula–, lo cual es diferente a que exista en la tierra quindiana este apelativo en mayúscula que identifica a una sola persona, y que es probable que desaparezca con él. Por eso, a Mario Gómez le quedaba cuesta arriba disputarle al eterno dueño de las elecciones el primer puesto del departamento, que como premio de consolación buscaba Ancízar por segunda vez, después de haber sido senador permanente por más de 20 años y de haber ocupado hasta hace poco la presidencia de la alta corporación.
Sin embargo, Mario Gómez fue el triunfador. Ha llegado a su final, por consiguiente, el imperio de Ancízar López, y de aquí en adelante nace una nueva era en el Quindío. La misma situación ocurre en otros departamentos, y esto pone de presente un viraje político en el país, no con el vigor que el pueblo deseaba pero sí como principio de una transformación que puede calificarse de revolucionaria. En el Quindío no quedó desmontada la vieja maquinaria –lo que no puede suceder de la noche a la mañana–, pero el ambiente enrarecido se ha despejado.
El autor de este cambio nacional es el señor Presidente de la República, quien con la imperfecta Constitución que hoy nos rige abrió el camino para que el pueblo buscara mejores horizontes. Con el programa del revolcón (fea palabra, pero expresiva) se pone en marcha un nuevo estilo, un saludable propósito que tiende hacia la depuración de las costumbres políticas y hacia el progreso el Estado. Queda mucho trayecto por recorrer, pero es indudable que ya se ha despertado otra mentalidad ciudadana.
La mayor equivocación de Ancízar López –que es el mismo error en que insisten otros jefes que todavía se mantienen en pie– fue la de no haberse retirado a tiempo. El poder desgasta, y cuando éste se ejerce con excesos, consume. Al margen de esto, es preciso reconocer en Ancízar López al gran luchador de las causas quindianas y autor de no pocas iniciativas que se traducen en avance regional. Figura él como líder principal de la creación del departamento y de la fundación de la Universidad del Quindío, entre muchas realizaciones que deben abonársele.
El triunfo de Mario Gómez fue luchado con garra y valentía, casi contra la corriente. Es por eso más significativo. La batalla ha sido dura, pero más difícil será gobernar con acierto, sobre todo cuando se trata de erradicar vicios y poner en marcha otro estilo de administración. Una administración pulcra y progresista que signifique verdadera transformación en la vida del Quindío, departamento que ha demostrado vigoroso desarrollo y que sin duda continuará en permanente superación.
El Espectador, Bogotá, 20-XI-1991.