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Biografía de una angustia

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace tres años —en el mismo mes de agosto en que hoy ocurre su muerte—, me entrevisté en Méjico con el poeta colombiano Germán Pardo García, el solitario per­sonaje de Río Támesis. A la entrada de su sencilla resi­dencia me encontré con su célebre frase: Paz y esperanza. Tuve con él entrañables diá­logos que hicieron crecer mi admiración por el maestro, el gran olvidado en su propia patria. Sobre él terminé a principios de este año el libro titulado Biografía de una an­gustia, aún sin publicar. Y en el Congreso de Colombianistas Norteamericanos realizado hace pocos días en Ibagué, presenté una ponencia sobre su angustia crónica, trabajo que concluye con las palabras que se citan a continuación.

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La vida de Germán Pardo García es una tragedia griega. Su poesía, una epopeya. Su obra maestra queda enclavada para siempre en las letras universales. Críticos eminentes la califican como patrimonio de la humanidad. Del aislamiento sacó su fuerza. La angustia es su emblema. Es difícil concebir un poeta más desolado que Germán Pardo García. Y una personalidad más enigmática que la suya.

Es de los bardos más densos y profundos que han pasado por la humanidad. Es, por excelencia, el arquitecto del dolor y la esperanza. Su poesía trasciende hoy a las principales universidades del mundo. En el futuro se entenderá y se es­tudiará mejor su mensaje. Es de los poetas que llegan y se quedan en el universo.

La fama de Pardo García crecerá con los años. Su legado está aún fresco y sólo las ge­neraciones futuras, y hablemos de las que se posesionarán del mundo a partir del siglo XXI, interpretarán a cabalidad esta obra colosal que viaja por los espacios siderales hacia los arcanos de la ciencia que apenas ahora comienza a ba­rrenar la historia contempo­ránea.

El poeta está en su mejor momento de reencuentro con la divinidad. Tal vez le suceda lo mismo que a Eliot, otro es­píritu afligido y confuso, que con su conversión al catoli­cismo halló la luz que se le había extraviado. Al igual que él, Pardo García le deja al mundo, gracias a su desazón espiritual y a su angustia sin límites, una obra magistral que elevará el significado del hombre.

Su honda sensibilidad le permitió interpretar los eternos problemas del ser humano. Su locura genial le cantó a la vida y a la muerte, al amor y al ol­vido, a la paz y a la guerra. Entra a la inmortalidad como el poeta del cosmos. Es el vo­cero de la ilusión y la amar­gura. Biografía de una angus­tia, el libro de mi autoría a que atrás me referí, pretende in­terpretar la dimensión de la angustia tomando como pro­totipo la vida atormentada del genio colombiano que escribió con su propia sangre la in­mortalidad del poema desga­rrado.

Ahora un sueño lo aguarda. Su parábola está cumplida. Su alma, ansiosa, levanta el vuelo hacia el infinito. Como el poeta estuvo ausente de lo rastrero, las alas del espíritu se hallan listas para el ascenso. El maestro anhela su hora final con estas palabras vehemen­tes:

Yo sé que un sueño me aguarda.

¡Ven, oh sueño, y que te sueñe

aunque seas mi último sueño, 

y que al fin pueda tenerte

sujeto como un relámpago

en mis neuronas ardientes!

El Espectador, Bogotá, 28-VIII-1991

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