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Frente Unido 456

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El periodista que hay en el doctor Carlos Lemos Simmonds propone la constitución de un movimiento nacional que luche contra las alzas en los servicios públicos y en el costo general de la vicia. Su invitación a hacer parte de esa batalla que busca la defensa del pueblo frente al turbión de alzas de toda índole que agobian hoy la vida de los colombianos, ha encontrado eco en todos los rincones del país.

El movimiento ha sido bautizado con este nombre significativo: Frente Unido M-456. Los estratos 4, 5 y 6, hoy los mayores sacrificados por Ios permanentes ajustes de los precios y las tarifas de los servicios públicos, toman su propia bandera para oponerse a los abusos gubernamentales. Estos estratos están conformados en gran parte por la clase media del país, nivel económico que no está arriba ni abajo, no cuenta con sindicalistas beligerantes, es el que más contribuye a mantener el erario y al que, sin embargo, se le exprime más y más para que entregue cuotas ya imposibles de sacrificio heroico.

La clase media vive en residencias decorosas, consecuencia de toda una vida de esfuerzos y ahorros, si acaso es posible hacer ahorros en Colombia. La residencia, si bien se mira, es un ahorro a largo plazo, conseguido con el sudor de la frente y la estrechez y casi ausencia total de comodidades. Esa clase tiene vivienda pero no dinero para pagar los servicios públicos. Contra ella se estrellaron las autoridades al elevar hasta el 100 por ciento las tarifas de la energía, todo para cuadrar los desequilibrios crónicos que tienen otras explicaciones y que pretenden justificarse con el argumento de que la luz en Colombia es muy barata.

El señor Presidente de la República pertenece a la clase media. Pero ahora no siente los rigores de la vi­da cara, ya que en Palacio la vida es más barata que en Pereira y en cualquiera de los barrios marginados de la capital. El señor gerente de la Empresa de Ener­gía también es de clase media. Pero dentro de su cargo debe obedecer mandatos de las autoridades internaciona­les. El señor ministro de Minas, el señor alcalde de Bogotá… En fin, una cosa se piensa desde la calle y otra desde el curubito de la administración.  ¡Que pa­gue el pueblo!  ¡Que los estratos 4, 5 y 6 aporten nueva cuota de sacrificio!

Contra estos atropellos acaba de formarse, bajo el liderazgo del doctor Carlos Lemos, el Frente Unido M-456. Suena bien el título. Tiene cierto calco, tal vez ironizándolo, de otro movimiento, victorioso ahora en la burocracia y en las constituciones de todo orden que viven inventándose en el país, sin que el pueblo deje, sin embargo, de padecer. Sin que aparezcan rea­les fórmulas de redención social, mientras el bolsillo se pauperiza todos los días a golpes de atropellos y demagogias desde los al­tos escritorios y calculadoras de la burocracia omnipo­tente.

En Colombia es posible abusar de todos y a toda hora. Y no pasa nada. Cuando más, aumentan los insurgentes, pero éstos ya no se notan, por estar tan generalizados. Los peajes, los ivas, los salarios recortados, los estrujones eléctricos, los upaques alocados, la revo­lución de las medidas económicas que no se entienden pero se dicen sabias, todo en nuestro pobre país anda patas arriba.

La copa está llena. La desbordó el último remezón de alzas impulsadas por el nuevo Gobierno, que apenas ha cumplido seis meses. Y dicen los financistas oficiales que vendrán días todavía más oscuros: el Golfo Pérsico es otro generador de alzas. No importa que se encuentre a miles de kilómetros. Guerra es guerra.

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Contra esta guerra absurda de los precios en cons­tante elevación, y contra los excesos de las autoridades, y contra las intemperancias de los altos funcionarios, y contra la sinrazón, en fin, del des­barajuste económico que se vive entre protestas y resignaciones, es que se ha creado el M-456. Sus única armas son la palabra y la protesta de altura. El periodista Carlos Lemos, que en mi sentir es superior al políti­co, ha recibido ya la votación silenciosa de todos los inconformes.

El Espectador, Bogotá, 2-II-1991.

 

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