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Protección al anciano

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El Fondo de Salud Mental y Asistencia del Anciano Desamparado, cuyo director ejecutivo es el médico Or­lando Rodríguez García, subsecretario de Salud de Bogo­tá, cumple importantes actividades en beneficio de las clases pobres del distrito. Se trata de una entidad creada por el Concejo mediante acuerdo número 17 de 1987, la que muestra positivas realizaciones.

Se hallan en camino diferentes programas que tienden a la protección y adaptación del anciano abandonado en las calles capitalinas, víctima de la drogadicción, el alcoholismo o los trastornos mentales. Población menesterosa e ignorada que deambula entre la indiferencia ciudadana y que carece en la mayoría de los casos de pa­rientes y de amigos que hagan más llevadera su desgracia.

Entre las medidas que adelanta la entidad se encuentra la de procurar asistencia a los ancianos despro­tegidos, facilitándoles albergue, alimentación, tratamiento médico, recreación y esperanzas de vida. Una red hospitalaria, integrada por los hospitales Simón Bolívar, Kennedy y La Victoria, atiende emergencias siquiátricas durante las 24 horas del día. Allí los pacientes son hos­pitalizados por períodos breves y sometidos a los trata­mientos que permitan la superación de la crisis inicial.

Luego continúa la atención en los llamados Hospitales-Día, constituidos por seis centros hospitala­rios, que son:  Servitá, Kennedy, La Perseverancia, La Vic­toria, Estrella del Sur y San Blas. Allí se atienden los casos crónicos de farmacodependencia y enfermedades men­tales y se brindan distintas técnicas de habilitación en ejercicios ocupacionales (como carpintería, costura, horticultura, pintura o cerámica), lo misino que atención siquiátrica.

Otro grupo es el de los alcohólicos crónicos. El con­sumo habitual de bebidas embriagantes fomenta una de las peores esclavitudes de la vida. Las víctimas de ese mal son desadaptados sociales que huyen de la realidad; y cuando se trata del anciano indigente y desamparado, el drama es pavoroso. Son individuos cas­tigados por la infelicidad rastrera, carentes de ambicio­nes, de voluntad y de oportunidades para entender y supe­rar su crisis permanente.

Por el espacio público de la capital ruedan a toda hora seres consumidos en la miseria y derrotados por el infortunio. Todo el mundo los ve y nadie los socorre. Son los parias de la civilización. Muchas veces se les trata como a perros callejeros. La Fundación de Salud Mental los recoge en ambulancias y los conduce a unidades médicas especializadas, para la primera cura; y si el caso lo re­quiere, son situados en centros de estancia prolongada (Clínica San Juan de Dios, de Chía, y Fundación Granja Ta­ller de Asistencia Colombiana), donde se les da rehabi­litación laboral y social.

La Alcaldía Mayor de Bogotá, preocupada por el grave lastre de la drogadicción, adelanta una campaña de preven­ción que es apoyada por el Fondo mediante la contrata­ción de conferencistas de la Universidad de los Andes, quienes han llegado con sus mensajes a 300.000 ciudadanos.

Hay que aplaudir esta acción social que se ha desarro­llado sin pregones publicitarios, y animar a sus prin­cipales gestores (el Concejo, la Alcaldía, la Secreta­ría y el Servicio de Salud de Bogotá, y desde luego el Fondo de Salud Mental) para que continúen redoblando esfuerzos e incrementando recursos económicos para la defensa de las clases desamparadas.

El Espectador, Bogotá, 1-XII-1990

 

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