Golpes a los consumidores
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Noticia tras noticia, el país se ha llevado la sorpresa, apenas comenzando el actual Gobierno, de duros golpes contra el bolsillo de los colombianos. La gente está perpleja. Siempre, en cada alza, se esgrime el argumento de que el ajuste era inevitable. Todos los encarecimientos de precios y de servicios, en esta economía que anda al garete, resultan inevitables. El signo de Colombia, que ronda como ave de mal agüero y se traslada de administración en administración, es la improvisación.
Fue primero el alza de la gasolina. La segunda que se decreta en el año. Ese 10 por ciento, al que se le pretende dar el barniz de simple aproximación al precio real de un artículo que vale más en otras partes, ha comenzado a elevar toda la vida. Los funcionarios del Estado manifiestan que aumento tan pequeño no tiene por qué repercutir en el resto de la economía. Cosa muy distinta piensan el tendero, y el vendedor de cigarrillos, y el peluquero, y el panadero. La economía popular, bien se sabe en la práctica, opera por sicología, por impulso, por la noticia escueta de la radio.
Los transportadores, que alcanzaron a protestar por el 10 por ciento del aumento de la gasolina, luego se callaron entre dientes. Cuestión de estrategia. Desde ahora planean su ajuste inevitable. Ellos saben que por simple reflejo ya valen más los repuestos, y los mecánicos, y los combustibles. Estas alzas se van corriendo en forma silenciosa sin que nadie las autorice. Más tarde será el pueblo el que pague este constante desnivel que se sale del control de las autoridades.
Para hacer más estimulante la inversión en el sistema Upac, fue incrementado el rendimiento para los ahorradores. La medida sería sana si al propio tiempo no se hubiera encarecido el costo de las deudas contraídas en las mismas corporaciones. Es otro golpe silencioso contra el renglón de la construcción. En Colombia se desnivelan unas cosas para nivelar otras. En los frecuentes ajustes de las corporaciones de ahorro y vivienda se nota el afán desestabilizador que siembra desconfianza.
El doctor Ernesto Samper, que en su campaña combatió el sistema Upac, ya de ministro ha entrado en la rueda loca de las alzas. Como las corporaciones se le vinieron encima, modificó la actitud manifestada en la plaza pública. Sube el estímulo a los ahorradores exprimiendo el bolsillo de los deudores. Según el ministro, lo que él combate es la upaquización del país. Juego de palabras que no lo favorece. Hasta el momento, y ojalá el doctor Samper pueda demostrar más tarde lo contrario, una cosa era el vehemente crítico de las Upac, cuando buscaba la presidencia de la República, y otra el ministro que no sabe cómo armonizar en el alto Gobierno sus ofrecimientos electorales.
Y viene el corrientazo eléctrico. Un ajuste, también inevitable, que grava el consumo de las clases altas y medias hasta el 87 pof ciento. Hacía mucho tiempo no se producía ajuste tan severo. Como vivimos en plena upaquización a pesar del doctor Samper, las nuevas tarifas de energía eléctrica amenazan un corto circuito.
El país anda por las nubes. Con estas alzas progresivas, el pueblo consumidor (y no importa que se esté en los estratos 5 y 6 catalogados por las empresas de energía eléctrica) se resiente ante las medidas bruscas del Gobierno que se inicia. Comienza el malestar.
Desde otro ángulo de la vida nacional, el ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, declara con su sonrisa desconcertante que no le temblará la mano para atacar el costo de la vida…
El Espectador, Bogotá, 14-IX-1990.