Anuncios para Bogotá
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Vale la pena destacar algunos puntos sobresalientes del discurso del doctor Juan Martín Caicedo Ferrer como alcalde de Bogotá. Es usual que todo funcionario nuevo, sobre todo si ocupa alta investidura, haga a la llegada al cargo una serie de ofrecimientos que espera cumplir durante su gobierno. Algunos se desbordan en promesas y se quedan cortos en realizaciones. En el caso del doctor Caicedo nos encontramos con una intervención sobria, carente de demagogia, donde con sentido realista establece urgencias y fija criterios para resolver los problemas más apremiantes.
Cuando habla de poner en marcha, «sin dilaciones y con dimensión de futuro», un nuevo orden urbano, se toca una parte neurálgica de la capital. Se trataría de implantar técnicas más avanzadas, y sobre todo más efectivas, para que Bogotá resulte ciudad racional y humana. El propósito de la nueva administración es que sus habitantes se sientan en casa, lo que en verdad sería labor titánica ante el desorden, la anarquía y la desidia imperantes. Ojalá el doctor Caicedo halle fórmulas maestras para transformar la atmósfera envenenada de la capital. Que se nos perdone el término, pero esa es la pura realidad.
No habrá, dice, alzas en las cargas impositivas. El fortalecimiento de las finanzas se hará mediante la modernización de los sistemas administrativos para asegurar la efectividad de los recaudos. Más adelante el señor Alcalde habla de moderar el costo de la vida facilitando el abastecimiento de los productos de la canasta familiar. Esto envuelve toda una estrategia, cuya bondad la determinará el paso de los días (y que éstos sean breves, pues de lo contrario se esfumarán las esperanzas).
Ofrece el señor Alcalde un plan de mayor protección para las clases más desamparadas. Si Bogotá, según datos revelados en el discurso, tiene un millón de pobres, de los cuales 320.000 no alcanzan a satisfacer sus necesidades nutricionales mínimas, el drama es de grandes proporciones.
Programa prioritario es, como también lo fue en el gobierno del doctor Pastrana, el de combatir la inseguridad. En la capital y en el país entero vivimos a merced del terrorismo y del asalto callejero. Hay que reconocer que en Bogotá, no obstante la desmesura del problema, mucho obtuvo en seguridad la anterior administración. Avanzar en este terreno, como se lo propone el doctor Caicedo, es fomentar la civilización.
Magnífico el anuncio de recuperar el sector céntrico de la ciudad, convertido en ciertas zonas en nidos de prostitución y pillaje. Esto mismo suele detener la conservación de algunos lugares. El franco deterioro se nota en otros. Y la invasión del espacio público es tendencia natural y soterrada que se impone en los centros urbanos. Nuestra bella capital colombiana no puede quedarse a la zaga del progreso y la estética.
La parte cultural, otra preocupación acentuada en el discurso, tendrá especial miramiento en el gobierno distrital. «Podemos convertir a Bogotá en un gran centro de cultura», es su afirmación rotunda, y merece un aplauso. Sin cultura no puede existir el progreso. Si alguna vez nuestra capital recobrara el título de «Atenas suramericana», todo marcharía distinto.
Descontaminar el río Bogotá no sólo es buen propósito sino necesidad inaplazable. Y recuperar los cerros de Bogotá, mediante el concurso de la Unesco, tendría repercusión en la sanidad ambiental, e incluso estética, que tanta falta nos hace.
El doctor Caicedo, como lo ha demostrado en otros ámbitos, le pondrá tono moral a su administración para no permitir arbitrariedades, abusos ni deshonestidades. A cualquier Gobierno lo daña la corrupción.
El problema del tránsito urbano, que el burgomaestre ya ha comenzado a atacar, es el verdadero rompecabezas que está enloqueciendo a los bogotanos. ¿Y por qué –pregunta el columnista– no adelanta la Alcaldía una campaña contra el abuso del pito? A merced de tan diabólico instrumento nos estamos volviendo sordos y neuróticos.
La ciudadanía espera que los buenos propósitos del dinámico mandatario tengan exitosa realización.
El Espectador, Bogotá, 29-VI-1990.
* * *
Misiva:
Permítame expresarle mis sentimientos de aprecio y gratitud por los términos de su artículo sobre el discurso de posesión. No solo llama mi admiración por su artículo el hecho de provenir de un escritor ya consagrado en las letras y el periodismo nacional, sino el excelente análisis sobre mis planteamientos y las sugerencias que usted ha tenido a bien formular. Deseo contar en forma permanente con su espíritu crítico y su amistad personal. Juan Martín Caicedo Ferrer, Alcalde Mayor de Bogotá.