Homenaje a Germán Arciniegas
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
En forma intensa y sin olvidar detalle trabaja la junta organizadora del homenaje nacional que se tributará al maestro Germán Arciniegas el día 28 de febrero en el Hotel Hilton de Bogotá. El país estará representado en el acto. De diferentes regiones vendrán gobernadores y sus secretarios, rectores y profesores universitarios, representantes de academias, de centros de historia y de entidades culturales. El mundo intelectual rodeará de aprecio a este milagro de supervivencia que ha entrado, juvenil y eufórico, en el año que marcará, el 6 de diciembre, 90 campanazos de su existencia creadora.
Germán Arciniegas, el escritor colombiano más traducido a otros idiomas junto con Gabriel García Márquez, ha sido el cantor por excelencia del continente americano. América entera, comprendiendo a Estados Unidos y Canadá, es para él cofre mágico de donde ha extraído leyendas e historias fantásticas no vistas por otros escritores. Su pluma castiza, salpicada del humor juguetón y vitalizante de su personalidad, ha creado un continente remozado, partiendo desde su descubrimiento hasta los días actuales, donde nada se ha escapado a la penetración del historiador y el humanista. Y le asigna, en uno de sus libros, un título alucinante: El Continente de siete colores.
Arciniegas ha descubierto otra vez a América. Su literatura americanista encerrada en numerosos tomos y ensayos sueltos ha escrito una gran novela sobre esta tierra de fabulación y maravillas, de sufrimientos y torturas, y también de esplendores, que a pesar de aproximarse a sus 500 años de vida permanece virgen en muchos de sus inexplorados secretos.
Para él ha sido una obsesión hablar de América. Su primer libro, El estudiante de la mesa redonda, publicado en 1932, se convertiría en el introito de este tema inagotable. Las primeras palabras del libro abren con optimismo la aventura del descubrimiento:
«Metámonos en la taberna de la historia. Que vengan aquí, a la mesa redonda, y a conversar con el estudiante de América, estudiantes de todos los tiempos. Nadie se escandalice: nunca tuvimos sitio más decoroso para platicar: siempre en los bodegones, en los desvanes, en las tabernas nos sorprendieron la muerte o la alborada cuando más henchido teníamos el ánimo de empresas generosas y la emoción vibraba en las palabras».
Por esta vocación y esta devoción irrenunciables ha recibido el título preciso: Hombre de las Américas. Otto Morales Benítez, que le ofrecerá el homenaje, recordará, y además demostrará, hasta qué grado el maestro se confunde con la propia tierra americana. Arciniegas es América. Es como un roble gigante que se extiende de norte a sur para proteger contra los piratas y los aventureros el territorio de los mitos y las leyendas. Territorio de esclavos, de tiranías, de imperios derrotados, donde todavía pululan los reyezuelos de sanguinarias dictaduras tropicales, es al propio tiempo un edén y una ensoñación. Arciniegas lo ventila a los cuatro vientos con su prosa llena de gracia y lozanía.
La pasión de América es para el maestro un estado del alma. El continente le hierve en la sangre y se le subleva en el corazón. Lo quiere grande y a veces se le desfigura en medio de las reyertas y las ambiciones de la opresión. Su espíritu libre rechaza la esclavitud.
Esta vitalidad asombrosa con que Germán Arciniegas arriba a la edad nonagenaria, como uno de esos bajeles de la conquista americana, se la otorga con creces su espíritu joven. Maestro de juventudes, como que todavía se mezcla con ellas en la cátedra y en las mesas redondas, aquí lo tenemos, pleno de energía, como una reliquia del país.
El Espectador, Bogotá, 21-II-1990.