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Homenaje a Germán Arciniegas

jueves, 10 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

En forma intensa y sin olvidar detalle trabaja la junta organizadora del homenaje nacional que se tributa­rá al maestro Germán Arciniegas el día 28 de febrero en el Hotel Hilton de Bogotá. El país estará represen­tado en el acto. De diferentes regiones vendrán gober­nadores y sus secretarios, rectores y profesores universi­tarios, representantes de academias, de centros de histo­ria y de entidades culturales. El mundo intelectual rodea­rá de aprecio a este milagro de supervivencia que ha en­trado, juvenil y eufórico, en el año que marcará, el 6 de diciembre, 90 campanazos de su existencia creadora.

Germán Arciniegas, el escritor colombiano más traduci­do a otros idiomas junto con Gabriel García Márquez, ha sido el cantor por excelencia del continente americano. América entera, comprendiendo a Estados Unidos y Canadá, es para él cofre mágico de donde ha extraído leyendas e historias fantásticas no vistas por otros escritores. Su pluma castiza, salpicada del humor juguetón y vitalizante de su personalidad, ha creado un continente re­mozado, partiendo desde su descubrimiento hasta los días actuales, donde nada se ha escapado a la penetración del historiador y el humanista. Y le asigna, en uno de sus libros, un título alucinante: El Continente de siete co­lores.

Arciniegas ha descubierto otra vez a América. Su li­teratura americanista encerrada en numerosos tomos y ensayos sueltos ha escrito una gran novela sobre esta tierra de fabulación y maravillas, de sufrimientos y tor­turas, y también de esplendores, que a pesar de apro­ximarse a sus 500 años de vida permanece virgen en muchos de sus inexplorados secretos.

Para él ha sido una obsesión hablar de América. Su primer libro, El estudiante de la mesa redonda, publica­do en 1932, se convertiría en el introito de este tema inagotable. Las primeras palabras del libro abren con optimismo la aventura del descubrimiento:

«Metámonos en la taberna de la historia. Que vengan aquí, a la mesa redonda, y a conversar con el estudiante de Amé­rica, estudiantes de todos los tiempos. Nadie se escan­dalice: nunca tuvimos sitio más decoroso para platicar: siempre en los bodegones, en los desvanes, en las taber­nas nos sorprendieron la muerte o la alborada cuando más henchido teníamos el ánimo de empresas generosas y la emo­ción vibraba en las palabras».

Por esta vocación y esta devoción irrenunciables ha recibido el título preciso: Hombre de las Américas. Otto Morales Benítez, que le ofrecerá el homenaje, recordará, y además demostrará, hasta qué grado el maestro se confunde con la propia tierra americana. Arciniegas es América. Es como un roble gigante que se extiende de nor­te a sur para proteger contra los piratas y los aventu­reros el territorio de los mitos y las leyendas. Terri­torio de esclavos, de tiranías, de imperios derrotados, donde todavía pululan los reyezuelos de sanguinarias dic­taduras tropicales, es al propio tiempo un edén y una en­soñación. Arciniegas lo ventila a los cuatro vientos con su prosa llena de gracia y lozanía.

La pasión de América es para el maestro un estado del alma. El continente le hierve en la sangre y se le suble­va en el corazón. Lo quiere grande y a veces se le desfigura en medio de las reyertas y las ambiciones de la opresión. Su espíritu libre rechaza la esclavitud.

Esta vitalidad asombrosa con que Germán Arciniegas arriba a la edad nonagenaria, como uno de esos bajeles de la conquista americana, se la otorga con creces su espíritu joven. Maestro de juventudes, como que todavía se mezcla con ellas en la cátedra y en las mesas redondas, aquí lo tenemos, pleno de energía, como una reliquia del país.

El Espectador, Bogotá, 21-II-1990.

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