La Tadeo ante el siglo XXI
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
La revista La Tadeo, dirigida por el doctor Abel Naranjo Villegas, ventila en el último número las opiniones y preocupaciones de un grupo de estudiosos que concurrieron al foro convocado por la Universidad Jorge Tadeo Lozano para analizar los retos a que debe enfrentarse la universidad colombiana en el año 2000. En su discurso de posesión como rector del claustro, el doctor Juan Hernández Sáenz manifestó que a la universidad «le corresponde prospectar su futuro, apoyarse en lo actual y en su experiencia para vaticinar las realidades del próximo siglo, diagnosticar cuáles serán los problemas y las necesidades del país en ese entonces, no como un ideal teórico o un programa a largo plazo sino como una urgencia inaplazable, un empeño inmediato y un objetivo primordial».
Este centro docente, que se ha caracterizado por su sentido de la investigación científica, ya está identificado con los nuevos moldes que, desde ahora, marcan el perfil del milenio que se aproxima. El universo, que en el presente siglo pasó por la experiencia atroz de dos guerras y contempló adelantos prodigiosos como la exploración de otros planetas y el surgimiento de la era tecnológica, entrará en uno de los períodos de mayor expansión de la ciencia, que habrá de revolucionar la vida del hombre.
A paso gigante avanzan la ciencia y la tecnología con novedosos sistemas que nunca habían sido imaginados. En el momento actual de electrónica, de automatización e informática –tres términos que desvertebraron el estilo pausado del mundo hace apenas dos décadas–, a la humanidad no le queda otro camino que marcarle el paso a la tecnología. No es posible ni retroceder ni detenerse.
Estamos metidos en cintura de una época vertiginosa y tecnificada, y quien no sea audaz perecerá. Hoy la competencia de las naciones, que se traduce en la subsistencia de los pueblos, se basa sobre todo en los adelantos científicos, y ya hemos visto que Estados Unidos ha perdido liderazgo por la irrupción de mejores procesos industriales en otros países que interpretaron los retos del futuro, como Japón y China.
Colombia, que es apenas un punto perdido en medio de los pueblos poderosos de la tierra, debe tomar conciencia sobre la realidad de formar los nuevos profesionales frente a la realidad de un mundo cambiante y de una ciencia cada vez más agresiva.
«La universidad del futuro, dice Abdón Cortés Lombana en el número de la revista que se comenta, debe subirse ahora mismo al tren de la ciencia y la tecnología, y debe ser ahora mismo, porque el futuro ya comenzó». Llama así la atención sobre la necesidad de despertar una inquietud universitaria capaz de superar las fallas de que adolece la educación colombiana, unas veces por falta de mayor rigor académico y otras por disipación.
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El siglo XXI nos espera a la vuelta de la esquina. Y que no nos coja con las manos vacías y el cerebro hueco, porque el progreso no se puede improvisar. La búsqueda del saber, en las actuales encrucijadas y sobre todo en las que le esperan a Colombia, no es asunto de corto tiempo. El porvenir no puede conquistarse ni con pereza ni con indecisión.
La universidad colombiana no puede permanecer a la zaga de un planeta en constante metamorfosis, y debe orientar sus energías hacia el desafío mundial, tan lleno de sorpresas y golpes certeros, previsto por Jean-Jacques Servan-Screiber. Ese desafío es hoy escrutado, dentro de nuestro pequeño territorio, por quienes llaman la atención del país desde este foro de gran altura realizado en predios de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que ha comenzado a planear, con mente abierta, la universidad del año 2000.
El Espectador, Bogotá, 16-XI-1989.