El camino de la felicidad
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Baila junto a la cama
Valeria bailando en pareja
Valeria aplaudiendo
Valeria pequeñita
A raíz de la distribución, hace pocos días, de la obra El camino a la felicidad junto con el ejemplar del periódico El Tiempo, me propuse averiguar el origen del formativo mensaje que contiene dicho libro, cuyo autor es el norteamericano L. Ronald Hubbard. Y me enteré de la existencia de una fundación educativa a nivel mundial que lleva el mismo nombre que el libro, y cuyo propósito es restaurar, en este mundo que ha dejado perder los principios, los valores éticos y morales. La junta directiva, conformada en Colombia por personas de la mayor prestancia, está presidida por José Antonio Echavarría Obregón y cuenta con la dirección ejecutiva, para Sudamérica, de María Teresa León.
El señor Hubbard, alejado de toda intención política o religiosa, escribió este código moral basado en el sentido común y con la exclusiva finalidad de prestarle un servicio a la humanidad. En el prefacio del libro anota lo siguiente: «Tratar de sobrevivir en una sociedad caótica, deshonesta y generalmente inmoral, es difícil. Cualquier individuo o grupo busca obtener de la vida tanto placer y liberación del sufrimiento como pueda. Tu propia supervivencia puede verse amenazada por las malas acciones de otros a tu alrededor. Tú eres importante para otras personas. La gente te escucha. Tú puedes influir en los demás. La felicidad o infelicidad de las personas que conoces es importante para ti…»
Con el diario El Tiempo circularon 370.000 números del citado libro y se recomendó a los lectores pasar el mensaje a otras personas y solicitar, si lo deseaban, nuevos ejemplares al apartado 05009 de Bogotá, a la Fundación Santodomingo en Barranquilla o a Procali en la ciudad de Cali. En esta forma se establecía un medio multiplicador de la palabra.
Convencido como estoy de la eficacia del mensaje, he obtenido nuevos ejemplares para ampliar la difusión. Y no resisto el deseo de comentar con mis lectores que se trata de una pequeña obra maestra, escrita con simplicidad y al propio tiempo con hondura, de esas que se quedan en el mundo como inolvidables textos de sabiduría humana, entre los que pueden citarse la Carta a García. Desiderata, Credo, de John D. Rockefeller, Oración de la tolerancia, de Voltaire, Oración de un padre, de Douglas Mac Arthur.
Millones de copias del libro circulan por el mundo entero. La fundación que lo patrocina nació en 1981 en Los Ángeles, California, y hoy 30 países conocen su existencia y se han encargado de multiplicar las pautas de comportamiento esbozadas por el señor Hubbard. Son normas tan elementales, y tan poco practicadas, como la tolerancia con los demás, la lección del buen ejemplo, la protección del medio ambiente, el alejamiento de los vicios, el repudio de la violencia, la armonía hogareña, el dominio de los impulsos, la búsqueda de la verdad. El lenguaje sencillo y ameno, fortalecido por un gran poder didáctico y sugestivo, hace el milagro de conquistar adeptos en cualquier parte.
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Esta fundación, que desde luego no tiene ánimo de lucro, inició actividades en Colombia en 1987. Ha adelantado importantes campañas para que el texto sea conocido por los colombianos, con una cobertura de unos once millones de lectores en los próximos dos años.
Este hecho demuestra que las cosas positivas se reproducen solas. Las buenas lecturas no las borra nadie. La felicidad, que es el corolario del libro, nace de la aplicación de los 21 preceptos que en él se consideran.
«El camino a la felicidad –se lee en la parte final– es una ruta de alta velocidad para aquéllos que saben dónde se encuentran los bordes. Tú eres el conductor. Buen viaje».