Don Manuel, “Mister Coffee”
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
La idea que hace varios años expuso el doctor Otto Morales Benítez a la Federación Nacional de Cafeteros, de publicar un libro sobre don Manuel Mejía, tiene ahora realización en la gerencia del doctor Jorge Cárdenas Gutiérrez. Y sale, en dos volúmenes, una hermosa edición, dentro de la serie del Fondo Cultural Cafetero, con la dirección de los doctores Otto Morales Benítez y Diego Pizano Salazar, la diagramación de Vicente Stamato, la impresión de Op Gráficas, la dirección fotográfica de Félix Tisnés y el prólogo de Jorge Cárdenas Gutiérrez. Ingredientes que contribuyen, por la calidad de sus autores, al valor de este testimonio que entra a enriquecer la bibliografía cafetera.
Es una obra profusamente ilustrada con valiosos documentos y aprestigiada con los estudios que sobre el personaje y el proceso cafetero hacen distinguidos escritores y analistas de la vida nacional.
Don Manuel Mejía fue considerado en su época como el líder cafetero de mayor autoridad en el mundo. Baste recordar que como homenaje póstumo a su memoria las bolsas internacionales suspendieron las transacciones del grano. Tal era el influjo de su personalidad, que se le bautizó, y así se quedó, como «Míster Coffee». A Colombia le creó conciencia cafetera.
Hay seres que nacen predestinados para empresas grandes, y tal el caso de este manizaleño raizal que, huérfano de padre a los dos años, aprende por intuición, al pie de las matas de café, el laboreo completo del producto, con sus padecimientos y glorias, hasta el éxito final. Inicia su carrera a los 15 años en el puesto de compra de uno de sus tíos, y más tarde, matriculado como alumno raso en la universidad de la vida, y «trabajando a lo titán», compra su primera finca, llamada San Carlos.
En 1916, cuando entra a gerenciar el Banco del Ruiz, Manizales era una villa de 10.000 habitantes. Pero el nombre de la población era conocido en Alemania por la calidad de su café. En la entidad bancaria practica las dotes de rectitud, prudencia, imaginación y caballerosidad que lo distinguieron toda la vida. Años más tarde sobreviene el incendio de Manizales, que deja en ruinas numerosas manzanas y en la quiebra a no pocos comerciantes. Se traslada a Bogotá y allí se dedica a la actividad comercial.
Con la crisis mundial de los años 30 sufre tremendo descalabro económico. Se siente solo, acobardado y triste y se declara derrotado. Tiene 43 años. Parte a Honda en plan de recuperación. Logra rehabilitarse al paso del tiempo. Un día el presidente Alfonso López Pumarejo, que lo había conocido en Manizales como exportador de café, lo escoge como presidente de la Federación Nacional de Cafeteros. «Cómo se le ocurre nombrar para ese cargo a una persona que se ha quebrado tres veces», le dicen los cafeteros. Y López Pumarejo, que poseía el don innato de descubrir las personas, responde: «Porque sé de sus capacidades y experiencias».
Comienza así un liderazgo de 20 años. Bajo su administración se crean el Fondo Nacional del Café, la Flota Mercante Grancolombiana, el Banco Cafetero y la Compañía Agrícola de Seguros, entidades rectoras desde entonces de la producción y mercadeo del grano.
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«Míster Coffee» pasa a la historia convertido en leyenda. Tal vez su virtud más sobresaliente fue la discreción. Y su secreto, el silencio. Al doctor Álvaro Díaz, primer gerente de la Flota Mercante, le recomendaba: «Entre menos figure, le va mejor; entre menos lo retraten, le va mejor; y entre menos opine, también le va mejor».
Muere en su escritorio el 10 de febrero de 1958, de un infarto cardíaco. Acaba de dictarle a la secretaria un cable para su esposa, a Río de Janeiro. “Llegué bien, abrazos”, le dice. Pero la muerte lo traiciona, cerrando bruscamente, pero con placidez, como había sido su manera de ser, una de las existencias más creadoras del país. Hoy la Federación –su Federación– le rinde, para conmemorar los 100 años de su nacimiento, el homenaje de esta preciosa joya bibliográfica.
El Espectador, Bogotá, 21-IX-1989.