Revista Lámpara
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Ha cumplido esta estupenda publicación, con la primera entrega de 1988 que acaba de salir, 106 números. Ediciones de lujo y colorido, de arte maravilloso, que le hacen honor al título: Lámpara. Producida Exxon Colombiana para el departamento de Relaciones Públicas de Esso Colombiana, Intercor, Exxon de Colombia y Exxon Chemical del Sur, este medio cultural es como un combustible que arde con la luz de la inteligencia y los destellos del arte para iluminar la vida del país. Es su director Fabio Hencker Villegas y su diagramador, Camilo Umaña C.
Se plasman, entrega por entrega, fascinantes exhibiciones de la policromía y el mejor gusto editorial. No hay un sólo número que pueda descartarse. Todos compiten en elegancia, en sobriedad y refinamiento estético. Cada número es una galería de arte. Y no sólo se le da realce a la fotografía, impresa sobre finísimo papel, sino que el lector hallará excelentes artículos escritos por plumas maestras y que presentan temas del mayor interés nacional.
Esta lámpara del espíritu, cuyo combustible es inagotable como las propias fuentes petroleras que tanta prosperidad consiguen para Colombia, camina por las regiones patrias más lejanas y más ignoradas en busca de un hilo, de una identidad con este sorprendente país de tesoros escondidos.
Surge a veces el panorama embrujador de La Guajira, enmarcado entre la densidad de sus desiertos y el hechizo de sus mujeres terrígenas; otras, la serenidad ribereña de los contornos de Mompós; luego, los ríos legendarios de Barbacoas, colmados de oro y de quimeras; más tarde, desfilarán los paisajes ariscos y soberbios de los Santanderes o Boyacá… Es un continuo repaso de la geografía colombiana, siempre misteriosa y siempre pródiga para la riqueza y la contemplación.
Lo mismo que descubre paisajes, se va detrás de las costumbres y las reliquias históricas que abundan en cualquiera de nuestras latitudes. El café, el petróleo, la flora, los ríos, las minas de carbón y esmeraldas, las iglesias coloniales, las viejas arquitecturas, los usos y leyendas, todo queda retratado, pulsado y acariciado en estas páginas que tienen ámbito mágico y perturbador. El arte, cuando lo es de verdad, produce emoción y escozor del espíritu.
El último número contiene los siguientes temas, a cual más sugestivos: Los indígenas en la iconografía bolivariana, por Pilar Moreno de Ángel; Bogotá 1865: Los pioneros del metro, por Luis Enrique Jiménez Llaña; El dulce arte de la pipa, por Manuel Drezner; Las orquídeas: el cuarto reino de la naturaleza, por Guillermo Angulo; Medio siglo del caucho butilo, por Richard F. Stockton.
Manuel Drezner, el curioso ilustrado que ventila en su columna Preguntas y Respuestas de El Espectador las más extrañas y profundas inquietudes de los lectores, ofrece en su diserto y ameno ensayo toda una travesía a lo largo del tiempo, aspirando el dulce vicio de la madera y el tabaco aromatizado, para probarnos que no se trata de una afición enfermiza sino de un gusto de reyes. Nos muestra además, en excelentes fotografías, una envidiable colección de pipas, tan tentadoras y sensuales, que hasta provoca fumarlas. «La pipa –dice– debe cuidarse como a la mujer amada, desde la primera vez que se usa, hasta su mantenimiento posterior. Y, al igual que la mujer amada, la pipa puede dar satisfacciones de por vida».
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Eso es Lámpara: arte, placer y erudición. Recibirla constituye un privilegio que enaltece a cualquier biblioteca. Se trata de la revista más lujosa y luminosa del país. Es una contribución de la empresa privada —en este caso del petróleo efervescente y creador— a la cultura nacional.
El Espectador, Bogotá, 2-VI-1988.
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Misiva:
Reciba nuestros más sinceros agradecimientos por el excelente Salpicón de loa y alabanzas para Lámpara. Él ha suscitado múltiples llamadas solidarias que demuestran la gran lectura de su columna. Fabio Hencker V., director de Lámpara, Bogotá.