Defensa de los animales
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Quien es cruel con los animales no puede ser buena persona. Schopenhauer.
Ha llegado a mis manos, remitida desde Nueva York por la periodista y escritora colombiana Gloria Chávez Vásquez, la interesante revista que se titula Defensa de los Animales. Funciona en aquella ciudad, al igual que en otras capitales del mundo, un club de personas convencidas de la importancia de los animales y que pregonan los derechos de estos como seres sensitivos.
Existe la Liga Internacional de los Derechos del Animal, que en 1977 elaboró en Londres un código con los principios como deben ser tratados los nobles brutos, declaración que será sometida a las Naciones Unidas. Esta campaña tiene eco en la mayoría de pueblos y se convierte en brújula de comportamiento social. El desarrollo de las naciones no será posible si los habitantes no poseen sentimientos de convivencia con el reino animal.
Resulta aleccionador observar algunos puntos de la declaración, que entresaco como referencias de conducta ética:
*Todo animal tiene derecho al respeto.
*Si la muerte de un animal es necesaria, ésta ha de ser instantánea, indolora y no generadora de angustia.
*Toda privación de libertad, aunque sea con fines educativos, es contraria a este derecho.
*El abandono de un animal es un acto cruel y degradante.
*Todo animal obrero tiene derecho a una limitación razonable de la duración y la intensidad del trabajo, a una alimentación reparadora y al reposo.
*No se ha de explotar a ningún animal para diversión del hombre.
*Todo acto que entrañe la muerte de un animal sin necesidad, es un biocidio, es decir, un crimen contra la vida.
Parece que estos mandamientos giraran alrededor del hombre. Si bien se mira el asunto, tanto el hombre como el animal son dignos de consideración y respeto. Pero en nuestra patria, para hablar solo de lo que vemos a diario, tanto el uno como el otro son vejados y con frecuencia sacrificados.
Un grupo de adolescentes escribieron hace poco a El Espectador una carta dramática donde narran la tortura y la muerte posterior a que fue sometido, por venganza equivocada y ciega, el perro juguetón del barrio, a quien llamaban Niño. Ojalá los amigos del can inofensivo, niños como él en los juegos y las sanas travesuras, y que repudiaron con dolor la acción criminal, se enteren de esta nota de solidaridad.
Comparo la suerte de Niño con la del perro Guardián, el mísero personaje proletario que con tanta sensibilidad describió el cuentista quindiano Eduardo Arias Suárez. El escritor crea esta escena: «Somos muy desgraciados –le decía yo a Guardián, mirándole las costillas a través de la piel. Mi amigo en ese momento iba pensando lo mismo que yo–: somos muy desgraciados».
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Albert Schweitzer, premio Nóbel de la Paz en 1952, apodado «el buen doctor», escribió: «Un hombre sólo será ético cuando la vida, como tal, sea sagrada para él, tanto como en las plantas y animales, como la de sus hermanos, los hombres, y cuando se desvele por ayudar toda vida que necesite ayuda.
Georges Roos es autor libro titulado El mono degenerado, donde enjuicia la perversidad del hombre. Gloria Chávez lo entrevista, a propósito de ésta y de otras obras suyas que se encuentran de actualidad, y Roos castiga con estas palabras la fiereza humana:
«Los matones, los groseros, los vándalos, los explotadores de la miseria o del dolor de cualquier ser, me parecen seres inferiores y peligrosos que debe ser combatidos».
El Espectador, Bogotá, 4-V-1988.