El primer año de Carta Conservadora
Por: Gustavo Páez Escobar
No es fácil hacer periodismo en provincia. Es, por el contrario, labor titánica. La mayoría de los órganos de comunicación de nueva creación se detienen apenas subiendo la primera pendiente; y los de mayor recorrido deben luchar contra toda serie de obstáculos para lograr mantenerse en circulación. Ya vimos cómo, por ejemplo, La Tierra, que había nacido con vigoroso aliento y magnifica proyección, se suspendió al poco tiempo apremiado por dificultades económicas.
Tal vez el factor financiero es el que más atenta contra la subsistencia de los periódicos. La presencia de los grandes rotativos nacionales, que cubren por igual el territorio de las ciudades populosas como el de las pequeñas poblaciones, significa freno poderoso para la estabilidad de las gacetas provincianas, enfrentadas, en consecuencia, a los pulpos de la tradición y el capital. La labor periodística en tales condiciones no sólo es desequilibrada sino que exige ingentes esfuerzos, las más de las veces superiores a las capacidades normales.
Carta Conservadora, periódico quincenal fundado por Guillermo Torres Barrera y asesorado por una prestante nómina directiva, ha cumplido, en forma rigurosa, el itinerario que se trazó. Este primer año de prueba revela, sin equívocos, que la voluntad de servirle a Boyacá ha logrado vencer infinidad de escollos. Como bien lo manifestó el insigne director en la reunión de amigos donde celebramos el aniversario con la presencia de destacadas figuras departamentales y nacionales, el reto se ha contestado con entereza a lo largo de este año de tensión, de sacrificio y aprendizaje, y se abre ahora la etapa siguiente con nuevos bríos y mayor experiencia.
Allanados los tropiezos iniciales, el periódico se sostiene ya como un hecho cierto. Le ha respondido a su público y además ha conquistado crecientes adhesiones. Esto sucede cuando las ideas se expresan y se debaten con altura y solvencia intelectual. Carta Conservadora es eso: un periódico de altura. Bien dirigido y bien escrito, sin otra intención que la de pregonar y defender los valores de la tierra boyacense y sostener sus principios, no ha caído en la pasión sectaria ni en el estilo ramplón. No ha permitido, ni permitirá, que sus páginas se utilicen con afanes politiqueros y entiende, por el contrario, que la política esejercicio noble y oportunidad de servir las causas de la comunidad.
Y es que Guillermo Torres Barrera es politólogo de casta. Tiene por qué saber de posturas éticas y acciones estéticas. En sus venas lleva la sangre fecunda del ilustre progenitor, el doctor Eduardo Torres Quintero, maestro de la elegancia moral y del bello manejo idiomático, que le inyectó lecciones de imposible renuncia. Torres Barrera demuestra, en sus vibrantes notas editoriales, aparte de la solidez de sus convicciones, su formación de esteta del pensamiento y gladiador de la inteligencia.
Este espíritu que preside la norma editorial se refleja en los demás espacios de la tribuna. La diversidad de temas, de estilos y enfoques permite la pluralidad ideológica que supone el periodismo. Quienes escribimos sin rótulo ni compromiso político, movidos solo por el deseo de hacernos presentes en la evolución social y cultural de Boyacá y de colaborar con el dilecto amigo, sabemos que no estamos perdiendo el tiempo. Está, ante todo, el vínculo con la comarca y luego la ocasión de manifestar inquietudes en este rotativo de categoría.
Conocemos, por otra parte, que el periódico se moviliza con diligencia por todos los caminos del departamento, como mensajero de buenas nuevas, y es leído con interés por la mayoría de los boyacenses y por importantes personajes del país. Esto crea opinión y estimula la función comunicadora; y representa una recompensa en el arduo oficio de sondear el pensamiento.
E periodismo, que es entrega y sacrificio, es también una razón ennoblecedora. La persona se prolonga en el tiempo y se afianza en el aprecio de sus semejantes cuando aprende a transmitirse hacia el mundo externo. Cuando su mejor política es la de interpretar los apremios populares y abanderar movimientos de redención social. Cuando entiende que el servicio a la provincia –la cuna de la nación– representa la mayor identidad del buen ciudadano.
Carta Conservadora, siendo una etiqueta política, ha sabido ejercer tales postulados como su esencia fundamental y por eso no es difícil presentir su avance seguro. Sus promotores, con el brillante senador a la cabeza, pueden tener la certidumbre de que la primera meta está bien ganada; y deben seguir adelante, por más inconvenientes que puedan sobrevenir.
Carta Conservadora, Tunja, 30-IX-1987.