Un ministro quindiano
Por: Gustavo Páez Escobar
El nombre de un ministro se une a la región de donde es oriundo. Son raíces indisolubles que se convierten en tarjeta de identidad social. Un ministro, por eso, constituye la vocería más natural de la periferia ante el alto Gobierno. Las regiones se sienten bien o mal representadas en la medida como sus dirigentes tengan acertado o mediocre desempeño en la vida pública.
El Quindío, con el nombramiento del doctor Hugo Palacios Mejía como ministro de Hacienda, experimentó la sensación de un honor bien discernido. Como hijo dilecto de la provincia a la que ha servido y ha honrado desde distintas posiciones, su investidura ministerial significa una bandera quindiana.
Al recibir la voz de aplauso que hoy se le dispensa por su ascendente carrera, es también un reconocimiento que se tributa a su tierra natal, uno de los territorios más positivos y más forjadores del progreso colombiano.
Hombre de derecho y de sólida formación en economía, se ha especializado en el conocimiento del país. Es un estudioso de los problemas sociales y económicos, los que ha sabido interpretar, de manera objetiva y con criterio especializado, desde la cátedra universitaria y a través de su experiencia en foros nacionales e internacionales y en importantes cargos.
Se le recuerda, siendo parlamentario de la pasada legislatura, como uno de los más serios y ponderados autores de iniciativas, muchas de ellas convertidas en leyes de la República, y como permanente censor de los vicios públicos. Allí dio ejemplo de puntualidad y rendimiento y además sobresalió por la claridad y la profundidad de sus tesis. La política la entiende y la practica en grande.
Ha sido además viceministro de Hacienda, presidente de la junta directiva del Banco Popular, miembro del Banco Interamericano de Desarrollo, presidente del Centro, de Estudios Colombianos. Y desde comienzos del actual Gobierno, gerente del Banco de la República, posición desde la que ha intervenido en los principales organismos de planeación financiera.
Toda una demostración de disciplinas y capacidades que hoy, al enfrentar el reto de la cartera más compleja y la más importante en el actual momento de crisis por que atraviesa el país, le hará superar con suerte, como lo esperamos y se lo deseamos, los apremios de la hora.
En el Quindío lo vimos haciendo política limpia y jamás se le conocieron triquiñuelas ni actos soterrados. Posee el sentido del decoro y la moral y condena, por eso, los desvíos del poder. Entra ahora a vigilar una serie de organismos vitales en la estructura financiera del país, donde tendrá oportunidad de aplicar sus principios. Es mucho lo que se espera de su gestión. Como gerente del Banco de la República deja para Armenia y la nación una obra admirable con el Parque Museo Quimbaya, cuya financiación, que supera los trescientos millones de pesos, se encuentra ya presupuestada y en marcha. La hizo en silencio y sin alardes, y sobre ella no se ha tomado todavía cabal cuenta.
Es, sin duda, un mensaje elocuente a su tierra sobre el significado de las empresas positivas.
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El primer ministro quindiano, en la cartera de Desarrollo Económico, fue Diego Moreno Jaramillo, otra prominente figura de la zona cafetera. Ahora, con este segundo ministerio de Hugo Palacios Mejía, se deja constancia de que el Quindío está presente en las grandes decisiones nacionales.
Saber conciliar la cuota de los impuestos para el pueblo agobiado y confuso, que sin embargo confía en la ejecución de nuevos programas sociales, no es tarea fácil. Del desarrollo estratégico y prudente de la acción ministerial del vocero quindiano, que sin duda cumplirá con equilibrio y sindéresis, depende mucho la paz social que anuncia el Gobierno para el año final de su mandato.
El Espectador, Bogotá, 10-X-1985.