Nuevo énfasis social
Por: Gustavo Páez Escobar
Entra el doctor Belisario Betancur al último año de su gobierno con el anuncio de que buscará, por todos los medios, un radical cambio social del país. La intención es excelente y no se pone en duda. Pero no es probable que en un año logre las soluciones que requiere el momento actual.
El Presidente tuvo la mejor oportunidad de transformar la patria en los albores de su mandato, cuando contaba con un decidido voto de confianza de la nación entera y su prestigio era vigoroso. Había conquistado el poder, tras esforzadas luchas democráticas, con la promesa de que frenaría los impuestos y aliviaría las cargas que asfixiaban el presupuesto de las familias. El pueblo halló en él la respuesta que buscaba y por eso lo escogió como la mejor opción.
La nueva administración se anotó en sus inicios aciertos indudables. El más positivo consistió en el golpe certero propinado a la casta privilegiada que se había especializado en ejercer la mayor corrupción de todos los tiempos. Otro acto relevante fue el rechazo frontal a los viejos vicios políticos. Se establecía así un mandato libre y fortalecido contra indebidas presiones, y eso le permitió dictar y poner en funcionamiento ejemplares códigos de ética administrativa. Sus campañas sobre la paz, controvertidas en muchas de sus estrategias, y de claro propósito conciliador, le marcarán un sitio en la historia.
Después de estos tres años nos preguntamos cuánto habría ganado su gobierno, y por consiguiente Colombia, si se hubiera mantenido inflexible contra las intromisiones y las apetencias políticas.
Comienza ahora la cuenta regresiva. El breve plazo de un año es angustioso para dar el timonazo que se necesita. Al dejar el país de generar una economía suficiente para atender tanta promesa anunciada, los compromisos sociales perdieron piso. Y los impuestos, el punto más sensible del programa y la arteria más dolorosa de los colombianos, se desbordaron.
Dice Alfonso Palacio Rudas que «jamás las crónicas de nuestra Hacienda Pública registraron tantos y tan sucesivos manipuleos del arbitrismo como los ocurridos en estos tres años de experiencia populista».
Los problemas más agudos de la hora son la carestía de la vida, el déficit de empleos y los impuestos agobiantes. De este trípode se desprenden no pocas de las angustias sociales. Al contribuyente se le ascendió al máximo escalón de la picota impositiva como recurso desesperado para contrarrestar la decreciente producción nacional e incrementar las rentas.
Esta frustración nacional es la que se propone rectificar el Presidente en este año postrimero, que nunca ha sido el mejor. Se buscan soluciones por ser la etapa del mayor desgaste gubernamental. Sin embargo, todavía es posible el milagro. Y nada de raro sería que el doctor Betancur, que es tan original en sus cosas, nos diera una sorpresa vitalizadora en los inciertos días por venir.
El plazo no se ha vencido y aún son posibles las realizaciones. En el campo de los impuestos, la canasta familiar y la ocupación laboral reside el nudo de la problemática social. ¿Por qué no recuperar los pasos perdidos?
El Espectador, Bogotá, 30-IX-1985.