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Otro periodista asesinado

lunes, 17 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Ernesto Acero Cadena, que acaba de ser ase­sinado en Armenia, era un periodista integral. Allí lo conocí durante mi estadía en aquella ciudad, donde pude apreciar de cerca y con admi­ración su trayectoria profesio­nal tanto en la radio como en los medios escritos. Vehemente en sus planteamientos, era un comentarista serio, ágil y pe­netrante. Veedor lúcido de los problemas de la comarca, frente a los cuales actuaba con valor y claridad mental.

Su labor periodística hería la sensibilidad de quienes medra­ban –y medran– en los oscuros caminos de la corrupción pú­blica. Como era implacable en la crítica social, despertaba ex­plicables reacciones. Se le te­mía, y al mismo tiempo se le respetaba. El Quindío, que en los últimos años ha sufrido per­manentes crisis, se ha vuelto terreno abonado de fuerzas so­terradas que atentan contra la estabilidad de esta región de­bilitada en su economía y azo­tada por la inmoralidad.

Ernesto Acero Cadena se ha­bía convertido, desde su revista El Informador Socio-económico del Quindío, en vigilante de la moral pública. Denunciaba cuanto desvío sucedía en la re­gión, ya fuera de los gobernan­tes o de las organizaciones clandestinas. Con lenguaje pi­cante, entre bromista y mor­daz, llevaba a la picota a quie­nes abusaban del poder y se lucraban a expensas del era­rio.

Señalaba la transformación dañina de las costumbres y cla­maba por un Quindío sin ma­fias y una sociedad libre de concupiscencias. Su largo contacto con la gente quindiana y su percepción de los ye­rros locales le permitieron amplia visión de la realidad am­biental. No era periodista del montón sino líder de su ofi­cio. Un servidor de la comu­nidad.

Ese fue el tono de su ejercicio profesional. Había lle­gado al Quindío por los mismos días en que aparecí allí en el campo bancario, lo que equivale a decir que llevaba 27 años de vinculación a la región. Su presencia activa en los medios de comunicación hace suponer que se trata de nueva re­presalia contra el poder de la palabra.

En 1977 hice parte del jurado que escogió en Armenia al me­jor periodista del año. El elegido fue Ernesto Acero Cadena. Hoy repaso en mis archivos aquel suceso y encuentro que las pa­labras con que entonces defi­nimos la figura del ganador, pintan con exactitud lo que él continuó siendo durante los 18 años que han seguido a aquel fallo:

«Sabemos de la lucha tremen­da, noble, valerosa y desinte­resada del periodista de pro­vincia, constante y abnegado servidor del núcleo social en el cual actúa, y ese conocimiento nos lleva a palpar la dificultad que existe para la designación que ustedes buscan, porque to­dos son acreedores a ella. No obstante, sugerimos el nombre de Ernesto Acero Cadena, ras­treador tenaz de la noticia, pe­riodista de tiempo completo, buen colega, imparcial e inte­ligente».

El Espectador, Bogotá, 15-XII-1995.

 

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