Señora Bucaramanga
Por: Gustavo Páez Escobar
Una de nuestras ciudades que marchan con paso seguro es Bucaramanga. Sus habitantes, todavía acostumbrados a la quietud de la aldea, no parecen muy conscientes de que el pueblo se les creció. Si bien se encuentran a todo momento elevados edificios y por todas partes surgen nuevas vías y polos de desarrollo, los bumangueses no han despertado por completo a la realidad de este centro populoso, el quinto del país, que está por los 800.000 habitantes. Aquí ha existido planeación urbanística y por eso resulta manejable el crecimiento de la población.
Bucaramanga se da el lujo de contar con servicios públicos eficientes y de avanzar con confianza hacia el futuro. Es ciudad moderna, hospitalaria, de clima delicioso, rodeada de confortables conjuntos residenciales, con una zona céntrica embellecida por airosos edificios, cruzada por veloces avenidas, matizada de hermosos parques.
Aquí se respiran aún los aires de provincia, a pesar del vértigo del modernismo, porque sus habitantes han preservado el alma del terruño contra la transformación desacompasada. Prefieren ellos, y en esto aventajan a otras ciudades, el progreso sin sobresaltos al ímpetu de la desmesura con que se llega al gigantismo.
La conciencia cívica es característica vital. El orden y el aseo sobresalen al instante. Por todas partes compiten los letreros de amor a la ciudad, que siempre piden más por el imperio de la civilización y no se cansan de insistir en las reglas elementales del buen ciudadano. «Bucaramanga limpia y cordial», es una leyenda que recorre su territorio, pero que sobre todo parece grabada en el corazón de los habitantes.
Hay cosas maravillosas que impresionan el ánimo del turista. Los buses no dejan ni recogen pasajeros sino en el sitio exacto de las paradas, y los taxis sólo cobran, a cualquier hora y desde cualquier lugar, la tarifa establecida. De las autoridades de tránsito se dice que son insobornables y esto las distingue en todo el país. Son rigurosas para mantener la disciplina de las vías, sin ninguna clase de miramientos, lo que explica el avance de la metrópoli que camina sin vacilaciones.
Pero como el progreso trae riesgos, con él ha llegado la inseguridad callejera. Los maleantes, plaga desconocida en la antigua aldea, hacen de las suyas en esta época de pillaje. Este es el desafío de la urbe y a él se enfrentan la ciudadanía y las autoridades. Los santandereanos, que por naturaleza son luchadores y de carácter templado, no han de dejarse ganar esta partida de la delincuencia.
El visitante encuentra grandes atractivos turísticos, tanto en Bucaramanga como en los alrededores. Su confortable red hotelera, a la cabeza de la que se encuentra el hotel Chicamocha, con 200 habitaciones y espléndidos servicios, contribuye al progreso de la tierra santandereana. Girón, a 15 minutos, parece más un sueño que una realidad.
En el campo educativo y cultural Bucaramanga ocupa puesto destacado. Sus colegios y universidades, que se complementan con la existencia de bibliotecas y casas culturales, favorecen la superación de la población estudiosa.
La Biblioteca Pública Gabriel Turbay, que con acierto dirige Jorge Valderrama Restrepo, es una de las obras culturales de mayor categoría nacional, no sólo por su dimensión (ocho pisos) sino por su proyección muy bien estructurada hacia todas las inquietudes del espíritu.
Un selecto grupo de intelectuales, como Luis Álvaro Mejía, Miguel Ángel Pérez, Ernesto Rueda Suárez, Carlos Nicolás Hernández y otros que se escapan en esta crónica al vuelo, gira alrededor de la biblioteca y son quienes le dan aliento al Grupo de Trabajadores de la Cultura Jorge Zalamea Borda y mueven la cultura de la región.
*
Un aire regional le canta a la Señora Bucaramanga y la hace sentir como soberana del ambiente. Eso es Bucaramanga: noble dama, ciudad respetable, capitana de la provincia, reto para el país.
El Espectador, Bogotá, 14-II-1985.