El morbo de la política
Por: Gustavo Páez Escobar
¿Será usted capaz de combatir la politiquería, señor Gobernador? ¿Lo será usted, señor Alcalde? Cada uno lo ha afirmado en su discurso de posesión. El pueblo cree en sus buenos propósitos, pero tiene razones para dudarlo. De entrada han demostrado que quieren hacerlo. Han formado sus gabinetes con personas alejadas de las pasiones políticas, la mayoría de ellas identificadas con las urgencias cívicas.
Es buen comienzo, sin duda. Alrededor de estos nombramientos se ha producido caudaloso plebiscito ciudadano, lo que indica la aspiración de la gente de contar con elementos capaces. El deterioro vendrá después, afirman muchos. La garra de la politiquería se impondrá más tarde, aunque quiera evitarse. Por ahora nos atenemos a los hechos y expresamos optimismo por que la nueva administración del Quindío, que tiene categoría e independencia, logre mantenerse protegida contra los viejos vicios.
El doctor Héctor Agudelo Zuluaga ha pronunciado un excelente discurso al posesionarse de la Alcaldía. En tono reposado y sencillo, sin grandes anuncios y alejado de la ostentación, mostró su voluntad de querer servir con eficacia los intereses de la comunidad. Manifestó que no es hombre de odios y que, por el contrario, está abierto a todas las opiniones y dispuesto a escuchar consejos. Agregó que su administración no será botín de nadie. Es su mejor anuncio y ojalá tenga en el decurso de los días la necesaria entereza para no dejarse comprometer ni desviar.
La política, que es el arte de gobernar los pueblos, cambia de ropaje cuando pretende apoderarse de los cargos como única bandera de combate. En tal forma suele equivocar sus finalidades, que hace de la burocracia su razón de ser.
Olvida que en sus manos está la suerte de la comunidad y, sin mayores reflexiones, desvía la labor gubernativa en la discusión de un puesto secundario. A las casillas del presupuesto se llega con rótulo partidista, pero sobre todo con afán de enriquecimiento. Hay ociosidad e ineficacia, porque no existe la verdadera carrera administrativa donde se exijan méritos como única fórmula de comportamiento.
A los empleados públicos les interesa, ante todo, estar bien apadrinados. Esta condición, que suele ser el pasaporte para obtener un nombramiento, es la que más debiera combatirse. Los gobernantes gastan la mayor parte de su tiempo resolviendo menudos pleitos de la burocracia. O sea, viven presionados por la politiquería. Las grandes obras, mientras tanto, quedan aplazadas. El pueblo, angustiado y urgido de soluciones, presencia con desconcierto esta rebatiña de apetitos e intrigas y no ve la acción de sus personeros en los altos mandos de la administración.
Confiemos en que los doctores Niño Díaz y Agudelo Zuluaga, dos voluntades dispuestas a orientar los asuntos públicos bajo otros lineamientos, sean en realidad capaces de defenderse contra el morbo de la política, el mayor desastre de la vida colombiana. Por lo pronto, la ciudadanía los respalda y los aplaude.
La Patria, Manizales, 2-IV-1981.