Un forjador de cultura
Por: Gustavo Páez Escobar
Existe en Manizales, bajo la dirección de Wadis Echeverri Correa, un grupo artístico conocido con el nombre de Hijos de la Tierra, cuya finalidad es estimular las expresiones del folclor caldense a través de la música, la pintura, la poesía y la literatura. Constituye una asociación de voluntades que buscan, en el contacto con la naturaleza, la explicación del hombre y que creen en fuerzas superiores como rectoras de la felicidad
Wadis Echeverri Correa es el perfecto quijote de estos tiempos ligeros que tienen afanes muy diferentes a los de hacer cultura en este planeta que se extingue por falta de ella. Motiva él, con su ejemplo y sobre todo con su vehemente dinamismo, la presencia de este grupo en la vida de Caldas, y si hay quienes lo catalogan de loco –el mote tradicional que siempre se les ha endilgado a los impulsores de la cultura–, desprecia el calificativo y se impulsa más en sus iniciativas.
No es fácil sostener el entusiasmo rodeado de estrecheces económicas y de la indiferencia de los que menosprecian estas inquietudes. Si bien Los Hijos de la Tierra cuentan con una demostrada admiración del público que aplaude sus presentaciones artísticas y que los buscan para conocer sus calidades, la parte financiera se resiente bajo el peso de la eterna penuria que es el distintivo de cualquier entidad cultural.
Ellos, muchachos alegres y que ignoran el pesimismo, no retroceden en sus propósitos y refinan más el arte. Para financiar sus gastos tienen montados talleres para la confección de instrumentos musicales autóctonos y arbitran otros recursos con los espectáculos de títeres, pintura o poesía con que llegan a la gente y que representan su medio de identidad.
Ahora a Wadis, luego de algunos tropiezos en Manizales, porque el año bisiesto no lo favoreció, le dio por volver a su nativa Filadelfia y allí acaba de fundar una original casa de la cultura. Escogió la guadua para confeccionarla y protegerla, como ingrediente típico y expresivo, y la rodeó de plantas y árboles. Este ambiente campestre, que cuenta además con piscina y otros atractivos de la naturaleza, alberga la sede de lo que será el Taller de Arte Carrapas, situado en inmediaciones del municipio caldense.
Allí, con Euclides Jaramillo Arango, cuyo nombre le fue puesto a la librería, con Otto Morales Benítez, que bautizó la biblioteca, y con un selecto grupo de poetas y escritores de Manizales, nos cercioramos de la vocación de estos quijotes que tienen el valor de establecer una sucursal en pleno campo. Es la naturaleza la que defenderá en adelante los libros y las pinturas e inyectará inspiración a quienes buscan la creación artística.
No es posible concebir al mundo sin humanismo. El hombre sin cultura será elemento vano. Quizá a Wadis se le califique en delante de más loco, pero él ya escogió su camino y no habrá de detenerse. Entiende el arte como una defensa del espíritu y no está dispuesto a entregar sus armas.
La Patria, Manizales, 17-XII-1980.