Revolviendo el basurero
Por: Gustavo Páez Escobar
Los vecinos de los barrios Cincuentenario, Popular y Miraflores se han dirigido a las autoridades pidiéndoles que no los mantengan más tiempo entre basuras. En este sentido, como en muchos otros, los problemas cogen ventaja cuando no existen planes definidos de administración.
Estos sectores de Armenia requieren una detenida visita de las autoridades para solucionar los perjuicios derivados de los focos de infección en que se han transformado. Esto de acumular desperdicios para rellenar una depresión del terreno equivale a jugar con la salud de una comunidad sometida a epidemias y malos olores. Convertir un sector residencial en criadero de ratas y zancudos indica falta de consideración para un vecindario pobre que merece ser tratado dentro de condiciones mínimas de salubridad y decoro.
La queja de estos barrios da pie para hacer algunas consideraciones alrededor de la basura. Su proceso, que debiera ser de completa higiene y practicado con sistemas modernos, resulta afrentoso para una capital que todavía cuenta con equipos obsoletos. Son equipos anticuados e insuficientes que están llamados hace mucho tiempo a ser renovados.
Hay que estudiar la renovación de estos carros desvencijados por el uso y los años, que recorren con desaliño nuestras calles dentro del pretendido propósito de asearlas, y las dejan en peores condiciones. Como los mecanismos de estos aparatos no funcionan eficientemente, parte de la basura que recogen regresa al piso y queda como manchas de una ciudad que no consigue mantenerse limpia. La sola circunstancia de que los vehículos muestren el nada grato espectáculo de los desperdicios que transportan, pone de presente la necesidad de adquirir maquinarias modernas.
Tampoco hay horarios rigurosos. Las basuras de los hogares se acumulan cuando el vehículo no pasa el día programado. En la puerta de la residencia son sometidas antes a implacable revisión de las cuadrillas de buscadores de cosas aprovechables para ellos, y que terminan revolviendo la paciencia de las amas de casa.
En una ciudad de menor categoría que Armenia dieron al servicio varios carros recolectores de reconocida capacidad. La ciudadanía los recibió con alborozo, como auténtico programa social. La basura tiene alma social. Si nos acostumbramos a vivir en medio de la mugre, se pierde la dignidad humana. La comunidad debe contar con adecuado ambiente higiénico y estético. La pobreza se tolera, y hasta engrandece a la persona, no así la suciedad.
Ciudades que como Medellín no se dejan ganar del reto del modernismo, saben tratar las basuras. Hacen con ellas un proceso industrial. Lo practican como medio de eliminación de uno de los mayores lastres de las ciudades, y además como negocio. La basura es negocio. De ella se extraen las materias orgánicas para transformarlas en elementos comerciales.
Nos estamos dejando ganar la pelea de la basura. Aparte de recoger a medias los recipientes, estos son utilizados para rellenar hondonadas y alimentar los nidos de zancudos que invaden a toda la ciudad. Los habitantes de los barrios aludidos tienen toda la razón al poner el grito en el cielo. Es una manera de poner el dedo en la llaga.
La Patria, Manizales, 28-XI-1980.