Fumar: vicio de neuróticos
Por: Gustavo Páez Escobar
Leo en alguna parte que en un congreso de científicos reunido en Venezuela se enjuicia al cigarrillo como vicio de neuróticos.
Es, además, un hábito solitario. Me parece entender que la neurosis se da en lo más recóndito del ser. La necesidad de fumar nace de un impulso oculto. Dicen los fumadores que no es fácil dejar el cigarrillo porque la conciencia no lo permite. Se pretende echarle la culpa a la conciencia, cuando lo que falla es la voluntad. Con el acto de fumar se busca, creo yo, acallar la inconformidad con que se expresa la persona emocionalmente inestable.
Si seguimos el movimiento a un fumador, lo veremos agitar los dedos con nerviosismo y chupar con igual impaciencia el pedazo de ilusión, que llaman muchos, hasta que el cigarrillo termina consumiéndose en su última ceniza. El cigarrillo es una mentira; pero los enviciados lo defienden como una necesidad. No se atreven a dejarlo dizque porque les traería trastornos. ¿Trastornos de qué índole? Emocionales, naturalmente. Y es que su frecuencia crea hábito.
Se estaría en un círculo cerrado. No se deja el cigarrillo para no desequilibrar el sistema nervioso. Y se busca la cura del nerviosismo con las chupadas repetidas con que el fumador profesional (y admítase que esto también es una profesión, aunque nociva) engaña su estado neurótico.
De aquí en adelante, cuando vea fumar a alguien por costumbre, voy a pensar que tiene una falla en su personalidad. ¿Acaso usted no ha presenciado el cuadro de la persona malhumorada que primero golpea lo que encuentre a la mano y luego se serena tras de expeler dos bocanadas de humo? Ese humo, que se va a los pulmones y forma capas cancerosas, también penetra en el subconsciente y le dice mentiras al individuo. Le aconsejará: «Serénate, serénate, que para eso he llegado yo”. Es aquí cuando la persona sonríe y deja de estrellarse contra la humanidad.
Pero como un taco de cigarrillo dura poco, en minutos comenzará de nuevo a sentir el hormigueo en el organismo. Si se descuida, estallará otra vez el mal genio y será capaz de aniquilar a su mejor amigo. Lo mejor, entonces, consistirá en acudir al consejero secreto para tranquilizarse.
De cigarrillo en cigarrillo, lo sostienen los cancerólogos, los pulmones se intoxican. El enfisema es fatal, pero como la neurosis no le tiene miedo a percances que no conoce, no se rinde ante tales amenazas.
La regla, con todo, se contradice en casos crónicos como el de Klim, quien se inspira en el humo para reírse de sus congéneres. Fuma a todo momento, y más parece una chimenea que un ser vivo. Neurótico o no, fabrica sus mejores crónicas lanzando humo hasta por las orejas. Y cuando no le salen bien perfiladas, se para sobre el cigarrillo y protesta.
La Patria, Manizales, 17-X-1980.