Una reina de afán
Por: Gustavo Páez Escobar
Parece que este año nos quedamos sin reina por imprevisión. Región que se respete debe tener su reina. El año pasado casi ganamos la corona nacional. Nos dieron el virreinato, y nos quedó una sensación de supremacía.
La bella María Cristina fue una revelación de última hora y hasta puede ser una sorpresa en el concurso de Miss Mundo, para el cual está lista. También hemos tenido princesas. Pero esta vez se comenta que no hay dinero para costear el compromiso.
Estos reinados de la belleza deben entenderse como motivo de distracción popular. Hay que quitarles su apariencia de frivolidad para considerarlos como alegres y dignificantes encuentros donde se realza la gracia femenina. El pueblo necesita pensar en cosas distintas a la vida cara y la trifulca de los políticos. ¿Por qué no hacer un paréntesis entre tanta aridez?
Las distintas regiones del país preparan los detalles finales para acreditar a sus candidatas, y ganar, por supuesto. Se adelantaron al tiempo, ya que el atuendo real es cosa seria. Si se trata de un encuentro galante del país, no hay razón para que el Quindío esté ausente.
Caldas, con su Aguardiente Cristal, reparte sonrisas de simpatía por todo el territorio nacional. El aguardiente hace sonreír a la gente. Lo mismo sucede con Boyacá, con su sabroso Onix. Boyacá sabe que halagando el gusto del pueblo engrandece la importancia del terruño. Así, cada región pregona sus atributos.
El reinado de Cartagena, más que una pelea entre soberanas –cada una de las cuales es la más erudita y la más liberada, según su personal convicción–, es una fiesta para desterrar la monotonía. Es mejor que peleen las reinas y no los políticos. El pueblo ríe en estos días entre los tragos dulces, y luego amargos, del Ron Tres Esquinas y de paso se olvida de la tristeza y la aburrida cuesta de diciembre.
Las bellas emisarias acaso riñan entre bambalinas, pero divierten al pueblo. Sus adherentes, que se electrizan ante tanto colorido, establecen diferencias geográficas según sea el donaire de la candidata.
Quizá fuera posible todavía que alguien extrajera la fórmula mágica para que el Quindío demuestre que también tiene porte real. ¿Que no hay plata? Si no sale de las arcas oficiales, los cafeteros van a tener que echarse la mano al bolsillo. ¿No ven que una reina nuestra es, ante todo, una pepa de café? Hay que enviarle a Colombia el aroma de la tierra envuelto en la fragancia de una reina.
Y si los cafeteros no responden, están los comerciantes y los industriales. Si en definitiva nadie contesta, es que el aroma se nos está evaporando. Nuestra reina, por lo pronto, no aparece. No siempre se encuentra en las altas esferas. Busquemos mejor y la hallaremos. Aunque viéndolo bien, el tren ya partió. Sin embargo, todavía podemos alcanzarlo. Iván Botero Gómez dice que presta su avioneta y ofrecerá un coctel. ¿Quién da más?
La Patria, Manizales, 2-X-1980.