“Déle una manito”
Por: Gustavo Páez Escobar
Dice una campaña adelantada por La Patria: «Déle una manito a Manizales». Hay una escoba empuñada, en actitud de ejecución, y un breve consejo: «Barra para adentro y también el pedacito de calle. No abandone ni queme la basura».
Con este pregón se entiende que Manizales, lugar pulcro por tradición, se propone recuperar su categoría. Como no vivimos en ella no podríamos saber en el momento su grado de aseo, o de desaseo, pero por la lectura diaria de su periódico sabemos que existe preocupación por eliminar esos lunares que se van formando y son los que afean el rostro de la ciudad.
Hagamos lo propio y, escoba en mano, «démosle una manito a Armenia». Ya hubo un alcalde nuestro que emprendió la campaña de asear las calles y limpiar las fachadas de casas y edificios. Hasta nuestro simpático obispo, comprometido como lo hemos visto con el adelanto de Armenia, sacó su escoba y la hizo bailar en plena Plaza de Bolívar.
La ciudadanía se compenetró por breves días con la idea del aseo. Aquella vez salieron los carros de las Empresas Públicas en despliegue de eficacia, y muy ordenados, lanzaron sus mangueras sobre el pavimento y les sacaron lustre a las calzadas. Algunas personas a quienes les gusta mostrarse en estos actos se sumaron a la invitación e hicieron público su entusiasmo por contribuir al llamado cívico.
La ciudad se aseó, pero muy poco, valga la verdad. Diríase que la campaña fue más publicitaria que efectiva, pues días más tarde volvían a danzar los papeles por las calles. No se logró formar conciencia ciudadana.
Si cada cual pusiera su pequeña ayuda, Armenia luciría mejor. En los postes vemos clavados unos recipientes sin oficio, que muy pocos los utilizan: la mayoría prefiere la vía pública. Las canecas de los edificios, sobre todo, pero también las de las residencias, son sometidas a deplorable revisión por parte de tropillas de gamines y adultos especializados en búsquedas afanosas en el fondo de la suciedad, quienes dejan afuera la mitad del contenido.
Luego pasa el carro recolector, desvencijado y maloliente, y se lleva parte del depósito; la otra parte se desperdiga en el aire al tratar de llegar a su destino. El equipo es obsoleto, mandado a recoger, lo mismo que la basura. Para completar, estas recolecciones en el centro de la ciudad se hacen en horas impropias, lo que ocasiona dificultades en el tránsito.
No hay que abundar en demasiadas razones para apropiarnos de la consigna de la ciudad vecina: «Déle una manito a Armenia». Con agua, jabón y buenas escobas, pero ante todo con afán cívico, sería posible demostrar que no somos tan sucios.
La Patria, Manizales, 10-IX-1980.