Vallejo Arbeláez y la filosofía
Por: Gustavo Páez Escobar
En la nota introductora de su libro El misterio del tiempo, que va por la segunda edición, dice el doctor Joaquín Vallejo Arbeláez que este fue escrito en cuatro meses pero duró reflexionando en el tema durante cuarenta años. La idea del tiempo ha sido para él una obsesión que lo inquieta desde la infancia. Ordenar sus ideas en este libro fue relativamente fácil después de haber disciplinado la mente para razonar en cuestión de tan vastos dilemas.
Un día irrumpió en el panorama nacional este hombre que dejaría huella en la vida pública. En su Antioquia nativa, donde transitó por algunas posiciones públicas y privadas, hubo sorpresa cuando fue nombrado ministro de Hacienda. El país recibió con cierta duda la noticia, pues los antecedentes del nuevo ministro, aunque brillantes en la órbita donde se había movido, no hacían lógico el salto a la posición rectora de las finanzas nacionales. Con todo, resultó una revelación y el país recuerda la acertada gestión de quien fue figura clave en el gobierno del presidente Valencia,
El Plan Vallejo, estrategia económica que sigue vigente, lo consagra como autorizado orientador de las finanzas colombianas. No todos, por cierto, o muy pocos, consiguen prolongar su nombre en el recuerdo de las generaciones siguientes. Esto sólo se logra cuando la labor ejecutada es de tal alcance que resiste el paso de los años
Luego de su desempeño en el Ministerio de Hacienda, el doctor Joaquín Vallejo Arbeláez, antioqueño auténtico y por tanto forjador de progreso, se entregó a la actividad privada y desde entonces no se ha dejado convencer de las tentaciones burocráticas. En eventuales apariciones ante la opinión pública, su voz se escucha con respeto y sus sugerencias son motivo de juiciosos análisis. Señalado hace poco como una posibilidad presidencial, no tardó en declinar el honor y manifestar que su renuncia de la vida pública era inmodificable.
Como hombre de estudio, ha encontrado el ambiente necesario para continuar meditando en los temas que lo apasionan. En cambio, como hombre de Estado se limitaría su vocación estructurada para las incursiones del espíritu. Aislarse en su caso es ganar la carrera de la inteligencia. Su ejemplo es excepcional y, por eso mismo, admirable. El tránsito del economista al filósofo no es de común ocurrencia. Esto de dejar de lado las cifras, en lo que significan como disciplina, para irse por los caminos de la sabiduría filosófica, es un radical cambio de rumbo.
Acaba de salir el primer tomo de una serie de libros en los que desarrollará sus reflexiones sobre el tema de la libertad. Campo que diríase ilimitado, si la vida del hombre no es sino una constante y angustiosa búsqueda de la libertad. El hombre, que deja de serlo cuando no es libre, persigue su libertad como elemento básico de la existencia. El doctor Vallejo Arbeláez, gran demócrata y humanista, aporta sus luces en momentos en que se suscitan trascendentales discusiones sobre los derechos humanos.
Mucho bien le hace a Colombia esta mente reposada y analítica que desde su retiro en la ciudad de Palmira sigue de cerca el desarrollo del país e interviene de vez en cuando en los problemas públicos con autorizados conceptos.
Prefiere la tregua del estudio, y la defiende con toda decisión, al saber que las verdades solo tienen respuesta en la filosofía. Si ayer fue una revelación como hombre de Estado, hoy lo es como filósofo.
La Patria, Manizales, 5-IX-1980.