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Periodismo social

domingo, 9 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

La figura de Germán Castro Caycedo resultaba atractiva para el M-19 como intermediario del mensaje dirigido a las autoridades y al pueblo colombiano. En su elección se tuvieron en cuenta la trayectoria del periodista audaz, su vocación humanitaria, su prestigio profesional y el impacto que habría de significar su secuestro, de solo 36 horas. Si en el periodismo social que él ejerce con brillo, con valentía y sin tapujos, viene denunciando las injusticias y los atropellos que ocurren en el país, por ese medio se oiría, mejor que por otros canales, el comu­nicado del movimiento revolucionario.

Germán Castro Caycedo es el periodista de la denuncia social, el de la constancia histórica. Su libro Colombia amarga, donde re­coge varios reportajes sobre las angustias de la gente, no en vano fue laureado con los premios Mergenthaler, de categoría internacional, y Nacional de Perio­dismo.

Es cronista castizo, recur­sivo, claro en los planteamientos y dueño de natural disposición para convencer y aleccionar, con desenvoltura y ameno estilo. Dentro de su labor de reportero ha logrado penetrar al grueso público, que lo lee y lo escucha con respeto, y le cree.

Los grupos poderosos, los integran­tes de mafias y monopolios, que tam­bién lo leen y lo escuchan, con temor y ojeriza, han visto en él al enemigo para desenmas­cararlos y denunciar las corruptelas del capital mal administrado, que apabulla la existencia de los humildes y los oprimidos. Con ojo crítico ha recorrido los altos y los bajos escena­rios del país y no le han temblado ni la voz ni la mente para pregonar a los cuatro vientos que Colombia es una nación amarga, dividida por hondas distancias económicas; generosa con los ricos y despótica con los pobres –los nueve millones que carecen de los bienes más indispensables–; triturada por los explotadores de la hacienda pública y dura para encontrar fórmulas justas que hagan digna la vida. ¿Para qué tanto alboroto sobre nuestra dudosa de­mocracia, piensan muchos, cuando el estómago no da tregua?

Se ha especializado en los temas sociales. Entiende las necesidades y tristezas de la gente, las expone con vigor periodístico, con angustia, y no desfallece en sus derroteros de desnudar la verdad na­cional como camino para hallar la liberación del hombre. Es un perio­dista que vive cerca al pueblo, que comparte sus dolores y entiende sus melancolías.

El M-19, grupo inconforme que también persigue la redención del pueblo, según lo proclama, y que dentro de sus planes acomete el acto osado de tomarse una embajada para llamar la atención del país y el mundo, demuestra que es capaz de mucho, cuando mantiene en suspenso la vida nacional. Critica, a la vez, desequilibrios y arbitrariedades, y su causa se hace sentir. El mo­vimiento extremista, parapetado en sus pregones sociales, una manera de decir que también cuenta con opinión pública, tiene en jaque al Gobierno y ha puesto a pensar a muchos.

La acción de los guerrilleros, condenada desde diferentes ángulos, y sobre todo desde el Gobierno, pero con simpatías en otros, despierta la conciencia de quienes saben que Colombia es amarga.

Se encuentran dos voceros de igual inconformidad. Los secues­tradores sueltan al periodista, provisto de abundante material, después de haber sostenido con él fructíferas conversaciones, en las puertas de El Espectador. Sean cuales fueren las reales intenciones del M-19, ha conseguido sintonía para lanzar sus tesis. Y echa mano de este periodista experto en promover inquietudes sociales y muy identificado por sus campañas en fa­vor de la comunidad, para hacerse escuchar mejor.

El periodismo de ideas, que acaudilla con coraje y altura El Espectador, y prac­tica con  prestancia y arrojo Germán Castro Caycedo, le hace bien al país y servirá para controlar los abusos y dignificar al hombre.

El Espectador, Bogotá, 29-IV-1980.

 

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