Zoro y los niños
Por: Gustavo Páez Escobar
Soy uno de los que creen que la literatura colombiana no está en crisis. Por las manifestaciones del país en los últimos tiempos puede sostenerse, al contrario, que existe una vivificante conciencia creadora. La aparición de obras de diversos enfoques y cuya salida al mercado apenas si es notada por ciertos pontífices que permanecen inconmovibles en su cátedra ortodoxa, denota que en Colombia hay inquietud por las letras. Y también calidad.
Al país no lo convenció el fallo del concurso de novela promovido por la revista Vivencias de Cali, por más respetables que son sus jurados. Declarar desierto el premio con el alarde de que las novelas eran mediocres, y enjuiciar, con esa férula de encumbrada sabiduría, a toda la novelística colombiana, es actitud arrogante, por lo mismo que el género narrativo es materia movediza y hasta caprichosa, no sujeta necesariamente a cánones académicos. Una cosa es saber gramática y otra saber escribir.
No se ignora, pero no sobra repetirlo, que un libro que no tuvo importancia y hasta sufrió el látigo de los críticos, puede de pronto convertirse en sorpresa literaria. García Márquez fue descalificado en la Argentina por una «autoridad» que le aconsejó rasgar el libro y dedicarse a otra actividad. En la literatura no puede expresarse la última palabra.
El jurado del concurso de cuento infantil convocado por Enka conceptuó que el país sí tiene narradores para niños. Sin enfrentar los dos jurados, que de esto no se trata, puedo deducir que el uno actuó con excesiva severidad y el otro con criterio abierto frente a la evolución literaria, sin que por esto haya sido benévolo en la selección. El país, de todas maneras, sale ganando con ambos certámenes. El de Cali suscitó controversia, y esto es provechoso desde que no se vuelva estéril, y el de Medellín estimuló el talento colombiano, lo que es más positivo.
Lo más importante es que Enka descubrió obras que van a hacer carrera en el mundo de los niños. Parece contrasentido que Colombia, pueblo de novelistas, haya quedado descalificado por los jurados de Cali, y en cambio se hayan descubierto piezas formidables en el género del cuento infantil, de tan difícil confección.
Ahora ha caído en mis manos la obra que obtuvo el primer puesto, Zoro, de Jairo Aníbal Niño. No soy crítico literario, y Dios me libre de esa pretensión. Soy simple lector que algo conoce, y también garrapateador de ficciones que tonifican el espíritu. El auténtico fallo lo da siempre el público, por encima del literato, del purista, del académico y del crítico.
Me quedo en mi puesto de lector para expresar mi gusto por el cuento Zoro. Jairo Aníbal Niño, autor de varios libros, es agudo conocedor del alma infantil. Lo primero que se nota en su fábula es la facilidad para identificarse, desde la primera página, con el niño al que busca divertir. Es también un cuento para el niño que hay en el adulto.
Algunos mataron al niño desde la infancia. Con maestría, Jairo Aníbal coge de la mano al lector y lo conduce por el mundo mágico que cada vez es más voluminoso conforme avanzan los personajes.
En territorio donde los árboles caminan y los animales, por fieras que sean, se vuelven seres embrujados y dóciles, pintados de asombrosas irrealidades, el pequeño lector de alma simple halla contornos imantados que le emocionan el corazón. Y es que el niño debe vivir su propio mundo inocente y fabuloso, antes de que el torbellino de la vida le robe la fantasía. Es una fábula de indudable penetración sicológica, narrada con lenguaje castizo y poético.
Alcancé a dudar de que las metáforas de que está rica la obras pudieran ser extrañas a los niños, y de pronto desviar la intención del cuento, pero luego me convencí de que son elementos bien trabajados para inquietar la mente infantil. Decir, por ejemplo, «dentro de esa cajita hay un pedazo de sol», es bella expresión que el niño asimila con entusiasmo.
Enka de Colombia ha destapado un filón que estaba sin explotar. Su aporte al país con este concurso que despierta el interés de los escritores, se gana el reconocimiento público. Jairo Aníbal Niño confirma con esta obra su categoría intelectual.
La Patria, Manizales, 3-XII-1977.
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Misiva:
Es importante pensar en la formación de una pandilla que conquiste y defienda el derecho a la fantasía. La imaginación debe ser ejercitada por todos, todos los días. Debe llegar como el aire, como la lluvia, como la luz. Toda la vida del pueblo está preñada de fantasía. Toda fantasía está impregnada de vida. La literatura se debe nutrir de esa sangre y de esa carne. Colombia está llena de historias y de personajes de los mil y un días y de las mil y una noches. Debemos recogerlas con ternura, con fuerza y con esperanza. Jairo Aníbal Niño, Bogotá.