Los desvalijadores
Por: Gustavo Páez Escobar
El raterismo está haciendo de las suyas en Armenia. Ya no es posible dejar el carro en ningún sitio ni a ninguna hora porque lo más seguro es que al regreso habrán desaparecido las plumillas o el espejo retrovisor. Pandillas de ladronzuelos recorren las calles a la espera de que el dueño del vehículo se descuide un momento para birlarle cualquier accesorio y hasta el propio automotor.
Emblemas o adornos de los automóviles desaparecen a cada momento en manos de estos pillos que tienen asegurado su mercado en negocios sin escrúpulos que estimulan el robo adquiriendo por cuantías ridículas tales elementos. Si no existieran los reducidores, tampoco habría piratería en las calles. Que vayan primero a la cárcel los reducidores y se verá cómo cesa el delito.
Las damas le han cogido real pánico al estacionamiento del automóvil, ante el temor de que las pandillas hagan su agosto mientras se efectúa la pequeña compra en el comercio. Los varones, más respetados, tampoco están exentos de estos abusos callejeros. Sorprende cómo los desvalijadores de carros logran cumplir sus propósitos sin que autoridad alguna los intercepte. Hay lugares más propensos al peligro, como las calles adyacentes a la plaza de mercado, donde pulula el raterismo como si tuviera carta libre para obrar a sus anchas.
La zona comprendida entre calles 21 a 25 de la carrera 18 se ha convertido en uno de los peores antros de la ciudad. Es territorio abierto a los bajos fondos, inundado de tabernas y vicios de toda índole. Allí se da cita lo peor del hampa. Se dice que en esta zona se maquinan las maniobras contra los vehículos y allí se reparten los recaudos del día, que luego se consumen en licor y mujeres.
¿No será posible que la policía vigile más la ciudad? ¿Por qué tanta impunidad para el delito? Los automóviles pierden hoy las plumillas, mañana el espejo, después la llanta de repuesto, más tarde las copas. Tampoco está seguro el interior, pues las llaves maestras no se detienen en la búsqueda incesante del radio, del pasacintas y de cuanto objeto se atraviese. Y hasta el propio vehículo desaparece en ocasiones a la luz del día, sin que nadie lo note.
La gente necesita más protección de las autoridades. No es posible andar indefensos ante el atropello y el delito. ¿Por qué vivir bajo el ataque de pillos que no respetan la ley ni la vida?
Satanás, Armenia, 24-IX-1977.