El amigo fiel
Por: Gustavo Páez Escobar
La gente tiene por qué sospechar sobre la efectividad de multas como la de $ 42 millones que ha sido impuesta a Sofasa. En la calle se pregunta, con razón, si no será una manera de permitir escapatorias esta de aplicar multas millonarias de difícil recaudo. No hace mucho a la misma firma se le notificó otra multa similar. Un planteamiento elemental pone en duda la eficacia de la primera sanción, en presencia de los nuevos hechos.
Al día siguiente los directivos de Sofasa pusieron en los periódicos una página entera, muy argumentada, refutando los cargos que con tanta energía habían sido expuestos por el despacho oficial. El ciudadano común, ante ambas posturas, una que afirma y otra que niega, queda descontrolado y no logra entender si se rata de exceso oficial o si la empresa está rebuscando subterfugios para disminuir los efectos de aquella medida. Tampoco está claro para el ciudadano de la calle si la primera multa fue pagada o si todo se fue en alborotos momentáneos.
Y sigue dándole vueltas en la cabeza la sospecha sobre fallas en la firma ensambladura, pues no de otra manera se habrían decretado sanciones tan fuertes. Ese ciudadano un día creyó que iba a poseer al fin, luego de largas expectativas y alegres esperanzas, el vehículo popular que con tantos pregones se anunció, y que en otros países resulta accesible a la mayoría de los bolsillos.
Al verse frustrado, tampoco cree en multas de relumbrón. También fue de relumbrón ese vehículo que no pudo alcanzar y que, arrancando de precios cómodos en su época, tomó pendientes imposibles, hasta valer tres o cuatro veces más en el momento.
El pueblo, tan perspicaz para traducir ciertos hechos, interpreta esta danza de los números millonarios como una explicación de las alzas que la firma viene fijándole a su artículo. La gente supone que el valor de la multa sale, en últimas, del propio bolsillo consumidor, si luego llega un nuevo aumento en el precio del producto tan drásticamente multado.
De multa en multa y de alza en alza, el «amigo fiel’ (como se le llama al carro de Sofasa) es cada día más trepador. La propaganda lo pone a subir, con un motor que se dice más potente en cada arranque de precios, por la empinada geografía del país. Es el vehículo de actualidad, el que no le teme a los malos pasos ni se detiene ante las alturas, el que economiza combustible y cabe en cualquier parte, aunque no en cualquier bolsillo.
Es el «amigo fiel» del colombiano, porque después de poseerlo ya no se quiere abandonar, así en cada transacción haya que entregar desvalorizado el modelo antiguo. Es asunto de prestigio, cosas del aroma social. Para mantenerse en categoría debe lucirse siempre el último modelo.
El buen gusto debe pagarse, y cuando la demanda es amplia, la oferta no vacila en cobrar más, y más, y más… Es la eterna lucha de la oferta y la demanda. Figura muy de actualidad en nuestros días, que está haciendo de las suyas con esta inflación desafiante que, al igual que el «amigo fiel», no se frena ante los malos pasos, cabe en todos los sitios —aunque no en todos los bolsillos— y vuela por las alturas, empujada por misteriosos combustibles.
El tiempo, que por algo es el mayor consejero, todo lo va diluyendo. En unos días ya nadie volverá a acordarse de la multa millonaria, esta multa de relumbrón que da lugar para pensar que, siendo tan respetables los intereses en juego, se tornará en controversia de nunca terminar.
El pleito, como todo pleito millonario, se verá sometido a múltiples gestiones y deberá recorrer mucho trecho antes de su solución. Abogados de parte y parte, y todo un engranaje experto en enredos, se trenzarán en frondosas discusiones.
El «amigo fiel», mientras tanto, seguirá exhibiendo su garra de trepador. En esta carrera dinámica por los caminos de la patria todos lo ayudaremos a no empantanarse, y entre todos los empujaremos a la altura, sin permitirle que retroceda un palmo.
La Patria, Manizales, 29-III-1977.