Armenia necesita estadio
Por: Gustavo Páez Escobar
La afición deportiva de Armenia solicita estadio. Es una necesidad que pide pronta solución. Las gentes del Quindío están formadas dentro de un sano espíritu deportivo que debe conservarse. Esta tradición merece estímulos. El deporte, el esparcimiento al aire libre, los ambientes puros, dentro de los afanes de una era convulsionada y cargada de toxinas, son imperativos para la salud física y mental. Estas terapias disminuyen la tensión de las urbes y permiten recuperar las energías consumidas en el diario discurrir de esta época difícil.
El gobierno del doctor Misael Pastrana Borrero puede considerarse como uno de los mayores impulsores del deporte. Durante su mandato se abrieron diferentes oportunidades para que el pueblo recreara sus horas de ocio y reconfortara el optimismo. El Salitre de Bogotá es boy, gracias al interés que se le dispensó, formidable escenario de distracción. El pueblo bogotano encuentra allí motivos para disipar la rutina de la semana. Una ciudad como Bogotá invadida de asperezas y sacudida por las angustias de tiempos agitados, cuenta con válvulas de escape en sus numerosos campos de expansión, donde las gentes aligeran la monotonía habitual.
El estadio de Armenia, no obstante las ampliaciones y remodelaciones a que ha sido sometido en los últimos tiempos, resulta inadecuado tanto por su estructura como por las exigencias de la época. Es una construcción pasada de moda y que no corresponde a la categoría de esta ciudad en progreso. El solo hecho de contar con equipo propio de fútbol, cuya presencia viene haciéndose sentir en el ámbito del país, constituye circunstancia afortunada para la búsqueda de un escenario acorde con los requerimientos modernos.
Tal necesidad, que también es una esperanza de los armenios y los quindianos en general, fue presentada al señor Presidente de la República durante su reciente visita. Las oportunidades para contarle las aspiraciones regionales fueron escasas, ante la brevedad de ese itinerario cargado de inauguraciones y desplazamientos a numerosos compromisos. Con todo, ya de salida hacia la capital del país, el doctor López Michelsen se detuvo ante la maqueta expuesta en el Club Campestre, en la que el doctor Diego Buriticá Baena concibe el proyecto del estadio.
La idea es novedosa y merece estudiarse. En ella se contempla la posibilidad de conformar un moderno campo de fútbol sin recurrir a excesivos ajustes de terreno, situándolo en una cañada. Si para muchas obras las cañadas, tan características de nuestro terreno, representan una dificultad, la proyección del doctor Buriticá consiste en aprovechar esas ondulaciones para ambientar el escenario deportivo.
El declive natural de la tierra se presta para las graderías. El plan pone a consideración de la ciudad un estadio para 35.000 espectadores, con un costo de $ 20 millones. Es una capacidad razonable y un costo acorde. Las obras desmesuradas tienden a convertirse en elefantes blancos que nunca se llenan y que por su misma desproporción van quedando abandonadas por falta de presupuesto para mantenerlas.
El doctor Buriticá bautiza su proyecto con el nombre de Juan José Rondón. «Salve usted a la patria», dijo Bolívar a Rondón. Tal parece que el inquieto profesional recoge el espíritu de un momento estelar de la historia y pone al pueblo de Armenia a pensar en grande para que impulse esta obra de vital importancia.
Es preciso evaluar el proyecto y discutir con su autor los pormenores de la maqueta, la que llamó la atención del presidente López. Debe aplaudirse la iniciativa de quien aporta su buena voluntad y demuestra así interés cívico por el progreso de Armenia.
Satanás, Armenia, 12-II-1977.