Los premios literarios
Por: Gustavo Páez Escobar
Un librero me facilita con frecuencia una publicación de España donde se registran las novedades bibliográficas y se divulgan los concursos literarios de aquel país. Es admirable el espíritu cultural que se nota en el ánimo de los españoles para motivar la creación artística y que se traduce en continuos y generosos premios. No en vano España ostenta el título de pueblo culto.
La gente de letras sobresale en España no solo por la amplia tradición que se encuentra inyectada en el pueblo, sino por el interés constante de las autoridades y los establecimientos de cultura por preservar esas costumbres. Muchos colombianos, condenados al anonimato y escasamente conocidos en silenciosas publicaciones de provincia, consiguieron en España un nombre gracias al estímulo que allí se dispensa a los creadores literarios.
Entre nosotros el oficio de escritor, que en otras latitudes es profesión bien recompensada y catalogada, resulta actividad subalterna. El escritor en nuestro medio es personaje secundario, si por personaje se entiende quien sobresale en elo conglomerado por el buen manejo del idioma y la presentación de ideas llamativas. Al escritor se le mira como raro animal social que escarba en los periódicos y de vez en cuando logra que su nombre «suene» en los medios de comunicación.
Pero no es aquella figura cimera de otros tiempos que despertaba admiración pública y podía dedicar su tiempo al cultivo de la inteligencia. Los maestros de antaño, consagrados hoy en los textos de literatura y muchos de ellos autores de obras famosas y de estilos que continúan difundiéndose en las aulas, hubieran fracasado en nuestros días por falta de solidaridad.
Es notoria la indiferencia de los tiempos actuales por descubrir e impulsar la carrera de quienes, con mayores oportunidades, pudieran escalar posiciones importantes en el campo intelectual.
Se nota, con todo, de algún tiempo para acá, el interés de varias entidades por promover concursos, con llamativas recompensas económicas. Es la manera de proteger una de las actividades más desprotegidas en el país y de facilitar el conocimiento de producciones literarias que de otra forma quedarían en el anonimato.
No se entiende bajo qué criterio estos premios están gravados como ganancias ocasionales. Tal parece que la voracidad de ciertas normas fiscales no se detuvo en consideraciones hacia el sufrido creador literario para quien todas las puertas viven cerradas. Bien es sabido que las ganancias ocasionales están afectadas con una de las tasas más altas de la actual tributación. En tales condiciones, el estímulo que se concede con buena intención y que atrae, como es obvio, el interés de los escritores, propiciando de paso la aparición de obras importantes, se disminuye en forma considerable. No es justo que el fisco exagere tanto su rigor.
En el momento varias entidades promueven interesantes concursos. Enka de Colombia ofrece un premio de $ 100 mil y un tiraje de cinco mil ejemplares para la mejor obra de literatura infantil; la revista Vivencias de Cali adelanta su acreditado concurso bienal de novela, también con un premio de $ 100 mil; la Industria Licorera de Caldas y la revista Sésamo de Manizales convocan al premio de novela corta, dotado con un premio de US $ 5 mil (alrededor de $ 180 mil); la Universidad del Tolima lanza su primer concurso de libro de cuentos, con un premio de $ 25 mil. Estos concursos ofrecen otras opciones para el segundo y tercer puestos.
El esfuerzo de entidades como las mencionadas merece beneplácito. Son contribuciones positivas para el desarrollo cultural del país. No es mucho pedir que se elimine el gravamen actual para permitir que el ganador de un concurso reciba completo el premio ofrecido. Se debería, por el contrario, estimular estos actos tomando como deducción de la renta, total o parcial, la suma que las empresas o personas particulares dedicaran a estos nobles fines. Es una idea que se traslada al nuevo Ministro de Hacienda y que sin duda merecerá su consideración, como escritor que es y persona muy ligada a la cultura.
El Espectador, Magazín Dominical, Bogotá, 16-I-1977.