Casa de la Cultura de Calarcá
Por: Gustavo Páez Escobar
En la danza millonaria de los auxilios parlamentarios no todo, desde luego, es despilfarro. Existen testimonios elocuentes de la buena inversión dada a partidas del presupuesto que se encaminaron a realizar obras benéficas. La cultura es una de las actividades apoyadas por el interés de no pocos parlamentarios que entienden, como personeros de sus regiones, que deben estimular el desarrollo intelectual mediante el apoyo a la modesta escuela de vereda, o el sostenimiento de becas a personas necesitadas, o la edición del libro del desprotegido escritor de provincia.
Lucelly García de Montoya, luchadora del progreso de Calarcá, ha trabajado silenciosamente, como parlamentaria y ciudadana, por el progreso local. Ahora, como Gobernadora del Quindío, busca dotar a su ciudad de una estupenda Casa de la Cultura. Su esfuerzo tiene la dimensión que se propuso. Una gigantesca mole de concreto, envuelta aún entre andamios y ladrillos, comienza a tener los perfiles de lo que pronto se convertirá en la mejor casa cultural del país.
Tal fue la grata sorpresa que tuvimos un grupo de escritores y amigos de la cultura cuando visitamos esta impresionante muestra del afán de una dama que se empeñó en hacer obra perdurable en el corazón de su ciudad. Calarcá, cuna de intelectuales, tendrá en breve este delicado recinto para albergar todas las expresiones artísticas. El país habrá de volver los ojos a este rincón de escritores y poetas cuando la febril actividad de arquitectos y obreros ponga el último ladrillo.
Se descubrirá entonces, para admiración de propios y extraños, un verdadero monumento a la cultura. Concebido con las más modernas técnicas y dotado de los necesarios servicios para satisfacer cualquier exigencia, será en breve el receptáculo ideal para solazar el espíritu. Detrás de este engranaje material está la figura de la dama convencida de su función de líder, que recibe unos auxilios para traducirlos en hechos tangibles.
Cuando la opinión pública censura el destino de otros auxilios derrochados alegremente, obras como esta de Calarcá salvan la honestidad de tanto parlamentario consciente de su compromiso con la comunidad. Son $ 3 millones silenciosos, perseverantes y casi inadvertidos, que se vuelven hierro, ladrillo y cemento para estructurar obras que no pueden derrumbarse, y que cada vez se engrandecerán más. La remodelación demanda otros recursos de consideración, y es apenas lógico y justo esperar que sea el Gobierno nacional quien los aporte. Los hechos positivos merecen estímulo.
Sabemos que la ilustre Gobernadora no cejará en su empeño de entregar completa esta idea. Los votos de sus electores están bien correspondidos y la ciudadanía la respalda con el beneplácito y la admiración que suscita su tesonera labor.
La Patria, Manizales, 10-VIII-1976.
La Crónica del Quindío, Armenia, febrero de 1994 (se vuelve a publicar este artículo con ocasión de la muerte de Lucelly García de Montoya).