Alas de papel
Por: Gustavo Páez Escobar
Mi libro está hecho con recortes. Pero no es una colcha de retazos. Estos recortes llevan alas. Sobre mi mesa de trabaje he volcado papeles y recuerdos. Es la manera de volver sobre uno mismo, repasando fatigas y satisfacciones. Frente a mis escritos, trabajados a lo largo de cinco años de recias vigilias, y valerosamente, el ánimo no puede hoy menos de sentirse fortificado.
Fue el 30 de mayo de 1971 cuando la página literaria de El Espectador publicó mi primer cuento. Lo que pudiera haber sido una intromisión en las letras, se consolidaría en empeño inquebrantable. Y al paso de los días continuaron hilvanándose páginas perseverantes hasta plasmar mi vocación literaria. El Espectador, amplia casa del pensamiento y mecenas de escritores, «alborotó» mi entusiasmo. El aliento dispensado a mis escritos me obligó a no retroceder.
En La Patria, de Manizales, cuna de la intelectualidad regional, ensayé, con igual suerte, mis afanes espirituales. Allí se ha formado una generación de escritores, y poder siquiera rastrear sus huellas es ya bastante privilegio.
Son cinco años de ejercicios. Cinco años de sudores. Revuelvo ahora recortes como reviviendo emociones. Se entrecruzan crónicas, cuentos, ensayos. Y se agiganta el alma. Es el itinerario de un ciclo vivido con reflexión, puede que con prisas y sobresaltos, pero en todo momento con la mente abierta y el corazón amplio. Procuro hacer del caso común un punto de apoyo para la inteligencia y para la fabricación de ideas. Detesto las cosas pesadas y por eso mis escritos son leves como la espuma.
Entresaco varios trabajos, algunos inéditos, los repaso, los pongo en línea… ¡y ya! Queda hecho el libro. Son temas diversos que pueden leerse en cualquier orden. Tienen la ventaja de permitir saltar páginas para llegar pronto al final, si el lector resiste tanto.
Mi libro no tiene prólogo. Es casi una orfandad. No sé si sea una lástima o una fortuna.
Escribir es actitud del alma. Transitar por los misterios de la palabra, crear imágenes, enhebrar ideas, será siempre, y en cualquier circunstancia, la mayor conquista del espíritu. La palabra escrita es búsqueda, amor, canto. Es sufrimiento y es triunfo. Es agonía, pero también luz. Y por sobre todo, es vida.
Armenia, 13-II-1976.