A Juan Bautista Jaramillo Meza
Por: Gustavo Páez Escobar
Continúa usted dispensándome el placer de recibir su extraordinaria revista Manizales, que tengo entre mis lecturas favoritas. Estoy por creer que el caso de supervivencia de un medio literario que lleva 36 años de vida ininterrumpida es único en el país. Quizás haya publicaciones oficiales que han resistido el embate de los tiempos, pero no he oído de ningún esfuerzo particular como el suyo, tan perseverante y de tan singular prestancia.
Hay en esta vocación una mística inextinguible, que no se ha detenido, pero ni siquiera ha dudado, ante los azares económicos ni ante las incomprensiones del mundo que nos rodea, que en este declinar del siglo veinte no es, por cierto, el más propicio para cultivar el amor a las ideas.
He visto con beneplácito en qué forma el pueblo de Antioquia, su tierra grande, exalta sus méritos y lo pone como ejemplo para las generaciones futuras. En Jericó, su tierra chica —pero que para usted debe ser la tierra más ancha del universo—, se le ha condecorado por la mano del ilustre gobernador del departamento, doctor Jaime R. Echavarría, con la Estrella de Antioquia.
Su segunda patria, el Gran Caldas, que ha sido escenario de sus emociones estéticas, se ha sumado a este acto de reconocimiento por parte de sus autoridades y del inmenso número de amigos que a usted lo rodea. Yo he venido observando con cuidado cuánto aprecio se le tiene a usted no solo en sus lares nativos y adoptivos, sino en el país y también por fuera de nuestras fronteras.
Y es que su obra, insigne maestro, merece ese y muchos más lauros. La oración que usted pronunció en Jericó es una hermosa pieza, no solo tallada con el refinado gusto de un esteta del pensamiento, sino además, y primordialmente, degustada por la sensibilidad de su espíritu.
A esas voces de solidaridad quiero unir el testimonio de mi admiración, con mis parabienes muy sinceros, por la fecunda obra con que usted ha enriquecido el patrimonio cultural de Colombia.
Acepte los votos fervientes de su afectísimo amigo, Gustavo Páez Escobar.
Revista Manizales, diciembre de 1975.