La cordura de la Policía
Por: Gustavo Páez Escobar
Cuando está ya dominado el brote subversivo en el Banco Popular y se ha reconquistado uno de los principios básicos de cualquier conglomerado –la autoridad–, anuncian ahora algunos sindicatos, con ligereza que asombra por lo descabellada, y que nos sentimos inclinados a suponer que será rectificada, el intento de un paro bancario a escala nacional como solidaridad por los «atropellos» cometidos.
Debe dejarse sentado, sin equívocos, que no podía existir mayor flexibilidad ni mayor dosis de tolerancia, lesivas inclusive para la tranquilidad pública y para la disciplina del trabajo. Directivos y empleados sufrieron, ellos sí, tratamientos denigrantes, hasta el extremo de verse desalojados por los huelguistas de los propios sitios de trabajo. El Gobierno, en acto que lo enaltece, medió hasta el cansancio para hacer entrar en razón a los autores de esta aventura de dudosa inspiración.
La ilegalidad del movimiento fue decretada con exceso de motivos. Se piensa, inclusive, que la acción gubernamental ha debido adoptarse desde el primer momento, ya que se estaba atentando contra la legalidad del país, pero esa dilación pone más de bulto el ánimo reconciliador del Gobierno, que, en asocio del Banco, pretendió hasta el último instante que se rectificara la equivocación.
Devuelta la calma tras el desalojo de los amotinados por la fuerza pública y los mesurados despidos que hizo la empresa como último recurso, se quiere ahora motivar un paro nacional con el argumento de que la Policía procedió con violencia, a más de la insistencia de que el Banco está violando sus compromisos laborales.
Argumentos ambos deleznables. El último, despejado hasta la saciedad. Y la imputación que pretende hacérsele a la Policía por malos tratamientos se cae por su propio peso. El país entero es testigo de la forma equilibrada como procedió.
El país está orgulloso de contar con una Policía disciplinada, tolerante y cordial. En este episodio bancario dio sobradas muestras de prudencia y raciocinio. Y de firmeza. Porque la cordura, el ánimo de persuasión, la decencia no excluyen el ejercicio del mando. Son factores que se entrelazan.
Si en contados casos, como lo reportan las noticias de prensa, tuvo que emplear la fuerza, fue para contrarrestar la rebeldía ciega. Lamentable sería que, en su defecto, hubiera flaqueza o indecisión para imponer la normalidad.
Ha dado ejemplo la Policía de alto grado de civilización. En la fuerza pública está fincada la seguridad del país. Y que no se intente convertir en víctima, en tirano, al sufrido policía, ese abnegado y mal retribuido servidor de la comunidad, para rebuscar estériles y absurdas solidaridades. ¿Será lógico solidarizarse con la ilegalidad?
Frágil esfuerzo este de querer comprometer al personal bancario en otra aventura. Mal negocio, por otra parte, pues los empleados conscientes no le marcharán a una consigna que, de formalizarse, nacería muerta. ¡Más sensatez, por favor! Deseamos un sindicalismo fuerte, pero pensante. Un sindicalismo de diálogo, de logros efectivos.
El país requiere, reclama madurez en sus líderes sindicales. En ellos reposa gran parte de la seguridad pública. Es una fuerza de equilibrio que necesita la empresa. Si no existe o se ejercita mal, se caerá en la anarquía. Pero rechacemos los movimientos torpes, que ningún bien le hacen ni al empleado ni al país.
Va para la Policía la admiración por su manera de actuar en esta emergencia. Que no regresemos, por Dios, a pretéritos hechos de escalofriante recordación, caracterizados por el barbarismo, en contraste con este policía de nuestros días, una garantía para el país por su comportamiento humano y edificante.
El Espectador, Bogotá, 16-XII-1974.
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Comentario:
Un juicio equilibrado y sensato como el que aparece en este escrito tanto desde el punto de vista laboral como el de intervención de la fuerza pública son prudentes conceptos para una sociedad contemporánea desordenada, sin valores y siempre predispuesta a la subversión. Menos mal que aún quedan muchos valores y hombres que poseen la equidad en el don de la expresión y hacen menos ásperas las controversias de común ocurrencia en nuestro diario trajinar. Teniente coronel Samuel Rojas Castro, comandante Departamento de Policía Quindío.