Solidaridad Colseguros
Por: Gustavo Páez Escobar
Es el título de la revista de la Compañía Colombiana de Seguros que circula mensualmente entre su personal y que también nos llega, por especial deferencia, a quienes estamos cerca de ella en la amistad y que vivimos en parte, así sea como simples observadores, los acontecimientos de este sólido organismo que afianza con pasos relevantes la prosperidad del país.
Se trata de una publicación pulcramente elaborada, que se orienta a estrechar los brazos de hermandad de la «gran familia Colseguros», como se insiste con palabras pero sobre todo con hechos, y que divulga a través del acontecer cotidiano la esencia humana que su insigne presidente, el doctor Javier Ramírez Soto, ha sabido vitalizar.
Entró la entidad en la órbita centenaria y, como propulsora que ha sido de la vida económica y social del país, no quiere que este suceso pase intrascendente. Nos cuenta la revista en qué forma nació y creció uno de los más respetables estamentos de la nacionalidad. Es admirable el sabor humano que ella ofrece.
Por sus páginas desfilan los pequeños y los grandes episodios, se estimula al incipiente vendedor que ensaya sus primeras armas, lo mismo que al veterano profesional que ya regresa del combate, se reconocen méritos que no siempre son ponderables en el frío ambiente empresarial, y se impulsa, apenas como natural consecuencia, el rendimiento de los negocios. No se conforman sus directivos con ejercer un teórico papel en las relaciones humanas de la empresa, sino que llegan hasta el empleado con muestras tangibles de retribución física y moral.
Son varias las realizaciones en el campo cultural, como la formación de 11 grupos de teatro, escuela de verdaderos artistas, según tuvimos ocasión de comprobarlo en Armenia con la magnífica actuación de las sucursales de Medellín y Bogotá en Toque de queda, de Luis Enrique Osorio, y Las Convulsiones, de Luis Vargas Tejada.
Es la sala de exhibiciones de Bogotá un nervio de cultura y allí, que sepamos, se expusieron recientemente las obras de Santiago Martínez Delgado, donde se reunieron los cuadros que se hallaban en poder de su familia, del Museo Nacional y de la Academia de Historia. Son todos éstos ingredientes de progreso y sensibilidad de una organización que entiende que su objetivo no solo está en producir dividendos, sino también, y primordialmente, en valorar la persona humana y encauzar recursos hacia el fortalecimiento de nuestro patrimonio cultural.
Estos actos son como puntales que se buscan, se necesitan, se crecen, cuando existe el propósito de hacer cosas grandes. Por eso la Compañía Colombiana de Seguros es grande.
Le correspondió a Armenia el honor de ser sede de la convención nacional de la compañía. Privilegioganado en franca lid por la seccional que con acierto y lujo de competencia dirige Raúl Mejía Calderón, cuyos logros, siendo brillantes, no sorprenden en este personaje de la ciudad, por ser caballero de armas tomar.
Esta reunión de cerca de 400 delegados demostró el sentido de pujanza y de mística con que la empresa acomete sus programas. Me tocó en suerte presenciar los actos de reconocimiento al mérito, en los que parecían faltar trofeos para premiar los esfuerzos, los sacrificios, los triunfos y hasta los reveses del arduo ejercicio de vender seguridad.
Grata impresión esta de ver traducidas en realidades las páginas de la revista. Raúl y su equipo han conquistado, para orgullo suyo y beneplácito de su tierra, las palmas de su labor dinámica y productiva.
Como no en vano se es solidario, el doctor Ramírez Soto premió a Armenia, como retribución al éxito de la seccional, con la construcción de un edificio para su sede, que sin duda habrá de erigirse en corto tiempo. Generosa fue, además, su contribución para el Albergue Infantil y para los planes locales de la Cruz Roja. Podemos, en fin de cuentas, ser exigentes con una entidad tan arraigada en nuestro medio, que se nos vino en masa a demostrar que la palabra «solidaridad’ es algo más que el membrete de una revista.
La Patria, Manizales, 11-V-1974.