El santo y la diva
Por: Gustavo Páez Escobar
Con motivo de los cien años del natalicio en Cúcuta del padre Rafael García-Herreros, cumplidos este 17 de enero, el periodista cucuteño Ángel Romero, del diario La Opinión, revela una carta inédita que el ‘Telepadre´ –como lo bautizó Klim– envió el mes de agosto de 1968 a la diosa francesa del sexo Brigitte Bardot, donde la invitaba al Banquete del Millón de ese año.
En ella le dice: “Soy un sacerdote que está construyendo una ciudad. Llevo mil casas hechas en Bogotá. Esta ciudad se llama El Minuto de Dios. Se ofrece en este banquete solamente una taza de caldo y un pedazo de pan, precisamente lo que comen siempre los pobres. El puesto a la mesa vale $ 5.000 (US $ 500). Yo, corriendo ciertos riesgos, la estoy invitando a que venga a este banquete. De vez en cuando hay que hacer el escándalo del bien. Usted vivirá algunos días en una de nuestras casitas limpias, humildes y bellas. Lo hará usted por amor a los hombres, sus hermanos, y posiblemente aunque en usted esté oculto ese amor, lo hará por amor a Dios”.
Esta osada invitación provocó, como lo presentía el sacerdote (y ese era el propósito con que la formuló), un escándalo mayúsculo en las conciencias pacatas, que no podían aceptar que la pecaminosa actriz se sentara a manteles con las distinguidas damas de la sociedad. Pero no todos opinaban lo mismo. Una lluvia de cartas, de Colombia y del exterior, polarizó la opinión pública.
El ‘Telepadre’ recordó entonces ante su numerosa audiencia dos pasajes del Evangelio donde Jesús invitó a pecadoras públicas a banquetes similares al que él convocaba a la actriz, y que en aquel lejano tiempo levantaron igual revuelo, para prevalecer a la postre la parábola del “escándalo del bien” como lección bienhechora para la sociedad. Y protegió a su invitada con estas palabras: “A la señora Bardot el mundo y las revistas no le conocen sino su aspecto frívolo, variable, inconsistente. Es una injusticia. Pero no le conocen su aspecto profundo, su aspecto de amor al prójimo. No le conocen la posible belleza de su alma”.
Ante semejante gesto de generosidad, la actriz expresó su intención de asistir a dicho evento: “Como usted me lo ha pedido –anunciaba–, estoy estudiando seriamente la posibilidad de acompañarlos en el Banquete del Millón. No me creo una pecadora como María Magdalena sino una mujer del mundo moderno. Sé amar. Eso es todo. Quiero ir a ese banquete simplemente para servir a la humanidad. Todos tenemos derecho a servir al hombre. Eso no es privilegio de los santos. Espero conocerlo el 24 de noviembre”.
Sin embargo, un hecho imprevisto, el incendio en los estudios donde filmaba una película, determinó la cancelación del viaje. Ella lamentó el incidente y añorará hoy, a buen seguro, la oportunidad que perdió de servir al prójimo en tierra colombiana. Han pasado 40 años.
Hoy se presenta una gran metamorfosis en la vida y en la personalidad de la rutilante actriz de los años 50 y 60 del siglo pasado. Ya no es la muñeca de carne que incitaba la pasión de los hombres, sino la dama solitaria y reflexiva que desde su retiro voluntario del cine en 1974 –a la edad de 40 años, seis años después del episodio que se narra– se dedicó a una causa altruista: es, por medio de la Fundación Brigitte Bardot que creó en 1976, gran defensora de los animales.
Protagonista no solo de películas de fulminante éxito, guiada al principio por Roger Vadim, su primer marido, sino de numerosos enredos amorosos (alguna vez la prensa francesa le contabilizó 42 amantes), Brigitte Bardot terminó desengañándose del mundo y sus frivolidades. Atrás quedaban sus agudas depresiones y sus intentos repetidos de quitarse la vida. En su vejez decadente de hoy en día ya no quedan vestigios de su antigua belleza.
Se consagró a la protección de los animales comoremedio contra la soledad y la manera de encontrar el amor, el otro amor, el que se disfruta en el servicio a la humanidad a través de las obras nobles. Una vez dijo: “Lo difícil no es vivir; lo difícil es sobrevivir”. Como activista de esta causa social, de eminente sentido humano, Brigitte vive en pugna contra todo método de tortura a los animales. Una jueza de París ha tenido que imponerle fuertes sanciones por sus ataques a los musulmanes, a quienes fustiga con los peores términos, una y otra vez, por sacrificar ovejas en sus ritos religiosos.
En enero de 1997 envió una carta de protesta al alcalde de Bogotá Antanas Mockus por el maltrato que se daba a los perros callejeros. Cito con precisión esta fecha en razón de mis campañas periodísticas en defensa de los animales. Yo había escrito el artículo titulado Cuando los animales lloran, que una periodista de Estados Unidos reprodujo en cientos de copias para hacerlas circular en diferentes países. Con tal ocasión, envié a Brigitte Bardot una misiva felicitándola por su actitud ante el alcalde bogotano y remitiéndole copia de aquella columna. En pocos días, contra lo que yo suponía, me llegó de ella una comunicación agradeciendo mi gesto de solidaridad.
El padre García-Herreros, iluminado por algún poder clarividente, sabía que en el alma pecadora de la diva había buena semilla para el bien. Y no se equivocó al invitarla a sus humildes manteles, con la certeza que tenía de cambiar el caldo y el pan de la pobreza en rútilas monedas al servicio de la humanidad.
Hoy se destacan las grandes realizaciones de este audaz sacerdote a favor de las clases desprotegidas. Y se anuncia la causa que va a adelantarse en pro de su canonización. Los milagros que se invocarán son evidentes: la construcción de 50.000 viviendas para los pobres, la creación de una universidad y de once colegios al servicio de miles de estudiantes necesitados, obtenido todo con la inspiración del Minuto de Dios y la fuerza del caldo y el pan del banquete de los pobres. Falta otro milagro: la conversión de la pecadora, llevada de la mano del santo.
El Espectador, Bogotá, 18 de enero de 2009.
Eje 21, Manizales, 18 de enero de 2009.
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Comentarios:
Destaco, por conmovedora, la respuesta que dio la actriz a la invitación del sacerdote. Paisacoraje (correo a El Espectador).
Leída tu columna sobre la Bardot y el padre García Herreros, un sacerdote que sí sabía hacer el bien entre los pobres. Más que rezos y ritos, eso deberían hacer las religiones. Hernando García Mejía, Medellín.
Muy bella nota. Pero yo me estoy acordando de las protestas de los pescadores de salmón por la proliferación de las focas que la Bardot defiende, y que compiten con ellos. Y sobre todo, me acuerdo de ese pobre burro que castró porque, si entendí bien y la memoria de caballo no me falla, le perseguía las yeguas a esta señora que produjo tantos dulces trabajos manuales a mi generación, aquellos días ya casi remotos de mi adolescencia. Eduardo Escobar (poeta nadaísta), San Francisco (Cundinamarca).
¡Qué tontería! ¿De manera que las damas bogotanas no querían sentarse con esa “pecadora” a la mesa? ¡Vaya… qué señoras tan virtuosas! Compartiré con Jaime esta crónica tan deliciosa e interesante porque has de saber que mi marido es admirador irrestricto de Brigitte Bardot, es algo así como su amor platónico y la admira en otra de sus facetas que tú no citas en tu crónica y que es muy desconocida: como cantante. La Bardot cantaba rico, y en uno de los discos que tenemos de ella canta inclusive una canción colombiana, “El cuchipe”. En lo que a mí respecta, sin la vehemencia de Jaime, admiro a la Bardot por su amor a los animales, por los problemas en los que se ha metido por ellos y en esa defensa apasionada y vehemente que hace para protegerlos de tantos malos tratos y estupideces que hacemos en contra de ellos. Diana López de Zumaya, Méjico.