Beligerancia sin sentido
Por: Gustavo Páez Escobar
Eludir la verdad revelada por los computadores de ‘Raúl Reyes’, como tratan de hacerlo los presidentes de Venezuela y Ecuador, es lo mismo que pretender ocultar el sol con las manos. Pruebas tan manifiestas como las presentadas por la Interpol, cuya autoridad en el mundo no puede ignorarse, dejan muy mal parados a los dos mandatarios y hacen reflexionar sobre la infiltración de las Farc más allá de nuestras fronteras.
Para nadie era un secreto que las Farc habían extendido sus redes a territorios vecinos bajo el amparo de autoridades complacientes que, como en el caso de Venezuela y Ecuador, las protegían y estimulaban. El ímpetu de los guerrilleros en esta carrera de penetración internacional comenzó a disminuir desde hace seis años con la llegada de Álvaro Uribe al Gobierno.
El mayor éxito suyo contra la subversión ha sido el ataque al campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, donde fue abatido ‘Raúl Reyes’ y se encontraron sus tres computadores personales, todo un arsenal de datos que sacó al aire los mayores secretos de la organización, en una impresionante red de comunicaciones.
Documentos escritos, direcciones electrónicas, archivos de imágenes, sonido y video, hojas de cálculo, páginas web, todo en cantidades alarmantes, permanecían resguardados en estos computadores desde muchos años atrás. El material equivale a 39’5 millones de páginas de word, que una persona gastaría más de mil años en leer, si leyera cien por día. Algo monstruoso, claro está.
Luego de exhaustivo examen practicado por peritos de indudable competencia y credibilidad, la Interpol dictaminó que ni los computadores ni el contenido habían sido alterados o manipulados por las autoridades colombianas. Dictamen que no aceptan los presidentes Chávez y Correa, quienes atacan con virulentos calificativos a la mayor institución de policía internacional, de la que son miembros 186 países, incluidos Ecuador y Venezuela.
Al hallarse en estos archivos testimonios que comprometen a los dos presidentes en sus relaciones secretas con las Farc y delatan actos de apoyo económico a la organización guerrillera, y viceversa, Correa y Chávez vociferan en los escenarios internacionales y descalifican, por supuesto, el trabajo que no los favorece. Correa dice que lo tienen sin cuidado lo que piensen Estados Unidos, la Interpol y Colombia sobre los documentos develados, y Chávez, por su parte, compara a los investigadores con un “circo de payasos”.
Al terminar su gira por España, París y Bélgica, países escogidos para enderezar su imagen en Europa, el presidente Correa hizo énfasis en que Ecuador no era un santuario de las Farc por haberse localizado allí el campamento de ‘Raúl Reyes’, sino que se le sacrificaba como víctima, para desfigurar los hechos. Y agregó que el problema de América Latina era Colombia, donde está la guerrilla. Colombia, y no Ecuador, ni Venezuela, ni Nicaragua. ¡Vaya paradoja!
Mientras tanto, periódicos internacionales, como El País de España y el Washington Post, acogen la versión sobre el posible apoyo que las Farc recibieron del Gobierno de Chávez, y sobre el dinero que esa guerrilla habría aportado para la campaña presidencial de Correa. Hay un dicho muy certero que viene al caso: “Quien tiene rabo de paja no se arrime a la candela”.
Chávez y Correa están jugando con el fuego y para ampararse buscan desviar la atención con su sartal de ofensas y amenazas. Los computadores no han hecho otra cosa que destapar verdades ocultas. El mayor mérito de tales revelaciones es el de haber desenmascarado a los presidentes que incentivan el terrorismo en la región suramericana.
Chávez lanzó dardos contra Uribe si propiciaba el proyecto de Estados Unidos de trasladar a la Guajira la base naval de Manta (Ecuador), y precisó: “Venezuela era toda la Guajira. Ese terreno nos lo quitaron. Hay que pedirle a Uribe que reflexione, que se vaya solo por ahí, a un río”. Palabras beligerantes e injuriosas agregan otro conflicto donde no lo hay, y no hacen sino echarle fuego a la hoguera que incendia las relaciones de los países en discordia.
También la senadora Piedad Córdoba, cuya voz arrebatada no puede faltar en estas expresiones hostiles, se va lanza en ristre contra el Gbierno colombiano, como aliada incondicional de Chávez y simpatizante ferviente de las Farc. Ella parece más venezolana en actitud bélica, que ciudadana nuestra con sentido patriótico.
Nada tan deseable como buscar los caminos de la concordia, de la sensatez y la diplomacia para zanjar conflictos y vivir como pueblos civilizados.
El Espectador, Bogotá, 28 de mayo de 2008.