Los tres caballeros
Por: Gustavo Páez Escobar
Colombia debe sentirse orgullosa de contar con escritores de la calidad de Lucas Caballero Calderón, Eduardo Caballero Calderón y Enrique Caballero Escovar, protagonistas los tres, en los últimos días, de sonados acontecimientos que hicieron acrecentar más aún el prestigio de sus nombres.
Estos tres caballeros se han mantenido en el primer plano de la cultura del país por espacio de largos años. Son carreras paralelas, cada una encajada en su estilo particular, que tiene como común denominador la lucidez de pensamiento y el vigor de ideas que se esgrimen con vehemencia y convicción.
Era común en los tiempos pretéritos que los caballeros se presentaran con arreos distintivos de su condición de hidalgos, título que en la antigüedad era sinónimo de persona distinguida, y que debían demostrar especiales atributos de nobleza, generosidad, gallardía y temple. Don Quijote, caminante de largas travesías y héroe de aventuras y lances grandiosos, con la lanza y el escudo, como armadura visible, y con la pluma manejada con denuedo en sus insomnios por entre posadas y vericuetos, como estigma espiritual, exterminó a sus enemigos y conquistó el mundo.
Los tiempos actuales no son propicios para esos seres idealistas que otrora recorrían los polvorientos caminos y los dorados salones defendiendo postulados de moral y entereza y dispuestos a sacrificarse por sus convicciones. Hoy la humanidad prefiere vivir sin caballeros, porque quiere olvidarse de los principios éticos que trata de pisotear.
Pero siempre que los tiempos se distorsionan y que las costumbres se deterioran, se echan de menos la lanza y el escudo de don Quijote, listos para el ataque, y su pluma vigilante y altiva que nunca dejó enmohecer bajo el rigor de tortuosos senderos.
Los tres caballeros ostentan eximias virtudes de auténticos paladines de la democracia y la intelectualidad del país. Son las suyas plumas aceradas en el diario ejercicio de pulir ideas, censurar vicios, repeler ataques, reprobar arbitrariedades, delinear patrones morales. Cada cual en su estilo, estos precursores de la palabra se destacan como líderes de la libertad.
Los tres, periodistas de la mejor estirpe, no se han dado tregua en el empeño de señalar yerros y desbarajustes del país, y a la vez que denuncian las maniobras que ocurren en los altos estamentos del Estado, descienden a los menudos engranajes de la administración para enjuiciar rudas maquinaciones que frenan la eficiencia de un país tropical como el nuestro. Esas actitudes son las que permiten la supervivencia de los pueblos libres y que dan al traste con las dictaduras, como sucedió en el pasado inmediato con otro insigne caballero, el gran Lenc.
Cuando en recientes episodios los tres caballeros protestaron por actitudes que no compartían y prefirieron retirarse del periódico en el que durante largos años venían librando sus campañas, antes que permitir que sus ideas no tuvieran absoluta libertad de expresión, estaban afirmando que no en vano llevaban el talante de los caballeros de antaño que escogían el propio sacrificio a la entrega de sus arreos.
La fortaleza, la intrepidez, el coraje, el honor, eran emblemas que en aquellos tiempos de aventuras y caballerías se defendían a como diera lugar. Con la metamorfosis de los días, tales principios han venido en decadencia y cada vez resultan más escasos estos personajes que no se conforman con la mediocridad.
Por eso es motivo de orgullo nacional la demostración que los tres escritores hicieron de su integridad. Estimula hallar todavía caballeros no dispuestos a entregar sus armaduras y listos a defender los principios con la bizarría de sus plumas.
El Espectador, Bogotá, 27 de mayo de 1977 y 26 de marzo de 2007.
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Comentario:
Siempre, en todo tiempo y lugar, se han necesitado, se necesitan y se necesitarán espíritus libertarios que luchen por las ideas, que hagan respetar los principios y que no traguen entero. Y más en un país de pusilánimes y arrodillados como Colombia. Andando el tiempo, la historia reivindicará a los rebeldes y denostará a los conformistas o a los que se limitan a bajar la cabeza, cuidando, muchas veces, sus propios intereses. Hernando García Mejía, Medellín.