En el alma del Quindío (3)
Por Gustavo Páez Escobar
Con esta entrega finalizo las pinceladas sobre los paisajes y la gente que surgieron durante mi visita a la tierra quindiana. Volver al Quindío será siempre grato. Allí dejé hondas raíces y bellos recuerdos a raíz de los 15 años de residencia en Armenia.
El terremoto de 1999 causó en la ciudad 921 muertos, 2.300 heridos, más de 30.000 viviendas afectadas y más de 1 millón de metros cúbicos de escombros, según el Servicio Geológico Colombiano. Me encontré en esta ocasión con el arquitecto Eduardo Fajardo Molina, exalcalde de Armenia, quien fue el constructor, junto con su hermano Gustavo, del edificio del Banco Popular.
Hablamos de aquella dantesca catástrofe que en 28 segundos tumbó el 75 % de Armenia. Y vinieron a cuento la cantidad de edificaciones derrumbadas. Sobre la sede del banco, me dijo con orgullo: “El banco no se cayó”. La construcción de ese edificio fue mi programa prioritario cuando ocupé la gerencia regional. Mi vieja casa de trabajo quedó intacta, y esto me produce regocijo.
Después del terremoto, la ciudad fue reconstruida en 5 años. Milagro prodigioso que refleja el espíritu de resistencia y progreso de los quindianos. Hoy es una ciudad nueva y esplendorosa, si bien la invasión del espacio público representa un lunar que la desfigura. Ese es el gran reto para las autoridades. En el ámbito cultural, tuve el agrado de visitar a Carmelina Soto en el sitio del parque Sucre donde reposan sus restos. Y de repasar su entrañable poema Mi ciudad: “Y nació mi ciudad en sol bañada, / los pies en tierra aurífera y oscura / y una perenne vocación de altura / en la límpida frente iluminada”… El legado que dejan los escritores, poetas y en general los artistas se convierte en patrimonio público.
Al pasar ante la estatua de Baudilio Montoya en La Bella, Calarcá, sentí como si regresara el pasado del Quindío romántico y bohemio. Y me acordé, por supuesto, de personajes muy ligados a mis afectos: Euclides Jaramillo Arango, Eduardo Arias Suárez, Alirio Gallego Valencia… En la Casa de Cultura de Calarcá visité las tumbas que guardan las cenizas de Luis Vidales y de Javier Huérfano. Pueblos, paisajes, parques, personas, estampas múltiples… todo fue brotando en alas de la emoción y la añoranza. El Quindío cabe en un rincón del alma.
La última pincelada es para la visita al Cementerio Libre de Circasia, obra fundada por Braulio Botero Londoño en 1928. En contra de la norma discriminatoria de la Iglesia católica en aquellas calendas, el cementerio abrió sus puertas para cualquier ciudadano, sin tener en cuenta su ideología política o religiosa. Y fue destruido por el fanatismo en la década de 1950.
Entrar hoy a ese recinto artístico donde no existen cruces ni signos lúgubres, y que subsiste a pesar de las embestidas políticas y clericales de otros tiempos, equivale a encontrar un retazo de sosiego –y también de historia patria– en medio de la realidad de la muerte.
El Espectador, Bogotá, 11-IX-2021.
Eje 21, Manizales, 10-IX-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 12-IX-2021.
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Comentarios
No hace falta ser poeta para percibir en tu crónica la emoción de tus palabras y la mirada a un pasado que conmueve el alma y se fija en el recuerdo como un pálpito que no cesa. Me encantó esa dulce nostalgia, salpicada con la visita a los lugares sagrados donde reposan seres entrañables, grandes poetas: Carmelina Soto, Luis Vidales, Javier Huérfano, tan cercanos en las palabras y en la amistad. El encuentro con tus amigos ya desaparecidos y con el arquitecto causó, sin duda, conmoción en tu ánimo. Inés Blanco, Bogotá.
Bueno, así le rindió merecido culto a esa enormemente bella región. Sobre la misma que una vez el cantautor argentino Alberto Cortez dijo que no conocía tierra de tan singular belleza. Atenas (correo a El Espectador).
Gratos recuerdos tenemos de su paso por el banco. Los quindianos nos sentimos representados por usted. Álvaro (correo enviado a El Espectador).