Sanín Echeverri: 5 en conduca
Por: Gustavo Páez Escobar
Alguna dama pudibunda le bajó la nota que Jaime Sanín Echeverri le dio a Helena, la protagonista de Una mujer de 4 en conducta, y le puso 2. Por mi parte, leída la novela muchos años después que lo hizo la dama inconforme (y debo confesar que es imperdonable mi tardanza en llegar al libro del notable escritor antioqueño), no dudo en asignarles, tanto a él como a su novela, un 5 redondo.
La Medellín de comienzos del siglo XX, donde se desarrollan los sucesos, apenas comenzaba a romper los moldes de la aldea. Sus costumbres sociales se movían dentro de estrechos linderos parroquiales, bajo la severidad religiosa que gobernaba la vida de la tradicional familia antioqueña. Esto determinó que la irrupción de una mujer de la vida airada, llena de garbo, seducción y peligroso desenfado, provocara escándalo en aquella puritana sociedad de rezo diario y pecados ocultos.
Retrocediendo en el tiempo, y sin salirnos de los cánones exagerados que marcaron la pauta en otras épocas de ingrata recordación, podemos recordar el caso de Virginia, la protagonista de la única novela de Barba Jacob. El borrador de la obra fue confiscado por el alcalde de Angostura –y luego quemado, se supone–, al considerar que los amores de la bella e ingenua campesina atentaban contra la moral pública. Por Dios: se trataba de amores castos, pero que fueron deformados por la lente inquisitorial de un alcalde burdo, incapaz de entender la obra literaria.
Sanín Echeverri enfrentó también la censura de su época, pero por fortuna no se le atravesó ninguna autoridad mojigata y pirómana. Que si así hubiera ocurrido, lamentaríamos hoy, como en el caso de su paisano Barba Jacob, la pérdida de una joya literaria. El creador de Una mujer de 4 en conducta, fuera del acto de valor que tuvo al publicar la novela, lanzó con ella un mensaje contra las injusticias y desequilibrios imperantes en aquellos días. Se adelantó a su época.
Su libro es un retrato de la Medellín de antaño, rodeada de campos edénicos y hábitos sencillos, de donde brota una linda campesina, candorosa como las flores silvestres de la tierra, que se vuelve la provocación de los hombres. Ignorante de letras y desprevenida contra la maldad humana, su fragilidad es aprovechada para sembrarle embarazos indeseados y dejarla rodando por los caminos de la pobreza y la prostitución.
Helena conoce la vida borrascosa, trocando la paz de la vereda por la turbulencia de la ciudad. Surge en la Medellín de las ficciones y los nacientes esplendores como testimonio vivo de la comedia humana. Esa comedia la han ofrecido en sus obras los grandes novelistas del mundo en su compromiso perenne con la sociedad. Nada nuevo descubre el escritor antioqueño, pero lo hace con novedad y bello estilo, dotes que le dan vida a un relato sencillo, primoroso y de apasionante interés.
Los dramas sociales son los mismos en cualquier latitud y en cualquier época de la historia. La prostitución, la miseria, el vicio, la usura, la explotación, la crueldad del hombre caminan por todos los escenarios del planeta. Y se disfrazan, lo mismo que en la cristiana sociedad pintada por el novelista antioqueño, entre conventos, misas, imágenes de santos, golpes de pecho, licores finos y los refinados oropeles de la burguesía.
Ese fue el ambiente que retó Sanín Echeverri, y por eso algunas voces de protesta se dejaron sentir al aparecer su denuncia, que contenía –y contiene– verdades rotundas. Por esa razón una dama timorata le bajó a 2 la nota a Helena. (Bien ha podido, claro está, castigarla con el 0 absoluto. ¿Por qué no lo hizo? Tal vez su conciencia vacilante, con algún asomo de piedad religiosa, no se lo permitió).
Helena Restrepo –su borrado nombre de pila– encarna a cualquier ramera del mundo. Es la linda campesina de otro tiempo que ha tenido que encubrirse, para falsear su identidad pisoteada por los hombres, con los alias de Carmen Bedoya, o María Restrepo, o Doris de La Fontaine, o la Nena, a secas. Rótulos pasajeros, tan cambiantes como la propia rotación de su clientela itinerante: un espejo de la sociedad envilecida que le permitió a Jaime Sanín Echeverri escribir su novela ejemplar.
El Espectador, 17 de agosto de 2005.
Academia Colombiana de la Lengua, No. 217-218, Bogotá, 2005.
Revista Susurros, Lyon (Francia), No. 9, febrero de 2006.