El poeta del mar
Por: Gustavo Páez Escobar
Jorge Marel, el poeta del mar, ha publicado su libro número 16: Exilios y soledades. A través de los años, el amigo de Sincelejo me ha favorecido con el envío de sus obras, que leo con fervor por estar elaboradas con sustancias marinas y contener esa expresión surrealista, muy propia de Marel, que se remonta sobre las olas para elevar el alma y enaltecer el sentimiento en versos llenos de emotividad y filosofía.
Dijo Borges: “El mar es un antiguo lenguaje que yo no alcanzo a descifrar”. Marel, tratando de interpretarlo, ha escrito todos sus libros con la mira puesta en ese horizonte mágico que a toda hora lo asombra y lo perturba. Tanta es la compenetración que mantiene con su entorno de horizontes y ecos marinos, que un día se despojó de su nombre propio –Jorge Hernández Gómez– para revestirse de mar: Jorge Marel. Desde entonces ambos son una sola consonancia que vibra bajo los mismos impulsos y las mismas conmociones. “Los hombres nacidos junto al mar –dice el poeta– aprendimos el olvido mirando sobre las playas todo cuanto las olas se empeñan en borrar”.
En su último libro recuerda a sus amigos fallecidos, y con ese pensamiento se sumerge en las oquedades de la muerte, del olvido y la tristeza. La soledad, la nostalgia y el ensueño son expresiones connaturales al ámbito de su alma estremecida por el dolor de las ausencias irreparables. En su recuerdo brotan las figuras de sus parientes Luis Carlos López y Raúl Gómez Jattin y siente que algo se ha roto en sus entrañas.
En 1982, cuando Marel publicó su segundo libro, Nocturnos del mar, recibió desde Cereté una hermosa carta-poema que le enviaba Gómez Jattin con Leopoldo Berdella de La Espriella, amigo de ambos y también suicida. Hoy lo estremecen esas imágenes lúgubres. El poema Nuevo credo del hombre está dedicado a Fernando Charry Lara, que fallecería poco tiempo después de publicado el libro. Sin presentirse el desenlace inminente, la obra en camino albergaba a otro poeta que meses más tarde penetraría también en el destino inescrutable de la muerte.
Marel recuerda con nostalgia los días venturosos que a sus 22 años pasó en Bogotá como estudiante de Derecho y Sociología, en entrañable vida social y literaria, al lado de grandes figuras de las letras: Fernando Charry Lara, Aurelio Arturo, Maruja Vieira, Rogelio Echevarría, Andrés Holguín, Eduardo Carranza… El mar, el mar cotidiano de sus evocaciones, regocijos y pesares, baña estos rostros ligados a la amistad imborrable. Esto es su libro: añoranza, afectos perennes, solidaridad, dolor y lágrimas. El título de la obra proclama el latido del corazón: Exilios y soledades.
Marel, a lo largo de los años, ha sido una bandera cultural del departamento de Sucre. Dirigió la Casa de Cultura de Sincelejo y la Biblioteca Pública de Sucre. En Sincelejo creó la Casa de Poesía y Artes “Héctor Rojas Herazo”, y fuera de su tierra fue profesor de español y literatura en la Universidad del Norte, en Barranquilla, y jefe de publicaciones de la Universidad de Cartagena. Bajo su liderazgo se realizan frecuentes encuentros de escritores y artistas costeños y nacionales.
Lleva incrustado el mar como parte esencial de su existencia. Frente a él conjuga el dolor humano y reflexiona sobre los conflictos del universo. Poeta del amor, el olvido, la soledad y la ecología, con sus versos libres, de delicada factura, ennoblece el ejercicio de vivir y se mantiene en comunión con Dios y con la naturaleza. El mar lo absorbe y lo eleva sobre las miserias del mundo.
El Espectador, 10 de marzo de 2005.