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Jirones de niebla

miércoles, 24 de octubre de 2018

Por: Gustavo Páez Escobar

(prólogo)
Niebla 

A Fabricio Perdomo no se le borrará de la mente la imagen fantasmal en la que  fueron abatidos el día de elecciones, en la plaza del pueblo, tres vecinos por un soldado atemorizado ante la turba enfurecida. Era apenas un niño. Con el correr de los años, muchas veces se sentirá solitario en el balcón desde el que presenció esa escena de terror, imposible de olvidar.

En 1948, a raíz de la muerte de Gaitán, se vivía una de las convulsiones más atroces de la violencia fratricida que no ha dejado de azotar a Colombia desde los días de la Independencia. Era época de bárbaras naciones originada, bajo la ley del talión, por los odios atizados por el fanatismo político y religioso. El contubernio entre clero y política generó uno de los estados más funestos de la vida colombiana.

Tiempo, además, regido por la mojigatería y la hipocresía fomentadas por el poderoso dominio patriarcal de que dan cuenta las crónicas de la época. Bajo esa atmósfera de falsedad, opresión y simulación, a la familia se le nubló el horizonte. Y la sociedad perdió su rumbo. En el ámbito hogareño prevalecía la falta de libertad para que la mujer opinara y escogiera sus propios caminos del amor.

Colombia vivía el período tenebroso de la violencia encarnizada que ponía muertos a granel en los dos partidos tradicionales. Hasta el balcón de la plaza llegó el eco de los disparos, y a partir de entonces Fabricio Perdomo comenzó a captar la realidad nacional y a sufrir la dureza de su destino.

Por estas páginas, movidas –como debe suceder en la novela– por la realidad y la ficción, corren sucesos de distorsión social y desasosiego familiar, y también, por supuesto, de lucha, esfuerzo, amor y esperanza. Así es la vida.

Palmasola, que es cualquiera de los municipios del país, dibuja una época. El eje de esta historia, o de las varias historias narradas, es una casa solariega que ha resistido la embestida del tiempo y emerge entre la niebla de los años como un emblema del pasado y una reflexión para el futuro.   

Bogotá, octubre de 2018

Comentarios

Me ha atrapado tu jirón de niebla, narrado en un lenguaje limpio, castigado, sencillo, difícil de encontrar por estas calendas. Ya casi termino de leer tu relato. Pero el mejor homenaje es que tu niña nieta vaya adelante en la lectura de la mano de su abuelo ¡Qué maravilla! Augusto León Restrepo, Bogotá.

La lectora está muy linda, se ve cómo tiene cautivado al abuelo con su encanto. Es muy posible que herede las dotes de escritor del abuelo. De verdad, los abuelos nos renovamos a través de nuestros nietos. Elvira Lozano Torres, Tunja.

¡Valeria está preciosa! La foto no podía ser más bella: la guardé. No me extraña en absoluto que tu novela consiga la valoración que merece; tu narrativa es muy agradable y, además, la trama es tan cierta como la vida misma. Muestras al ser humano en su dimensión con sus trazos de luz y de opacidad permanentes. Esperanza Jaramillo, Armenia.

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