El mundo ingrato de los actores
Por: Gustavo Páez Escobar
En Colombia el actor es un ser desprotegido por las normas elementales del trabajo. De él se acuerdan las programadoras de televisión y otras entidades cuando se trata de explotar su arte, con gran provecho para las cifras empresariales, y se olvidan de ofrecerle condiciones dignas para su subsistencia y seguridad social.
Para los actores no hay regulación de las jornadas laborales (que pueden extenderse hasta 16 horas diarias), ni sistemas de seguridad social (ellos mismos tienen que sufragar estos costos), ni honorarios justos, ni contratos estables. Los trabajadores del arte viven en la infamante situación del rebusque en la que se mueven, para vergüenza del país, otros sectores marginados de la sociedad.
Las programadoras de televisión otorgan los honorarios que ellas mismas fijan por un papel actoral, sin mayor campo para la negociación entre las partes, y de esa suma el actor debe pagar las cuotas para pensión, salud y riesgos profesionales, los honorarios del mánager y del entrenador y otros conceptos.
Una actriz dice en declaración para El Tiempo que si recibe honorarios por 5 millones de pesos, el saldo que le queda se reduce a un millón 800 mil (es decir, a la tercera parte), de donde debería tomar al menos 700 mil como ahorro para el tiempo que esté sin trabajo. Pero no puede hacerlo. ¿Cómo se puede vivir en condiciones tan precarias?
Ahora bien, conseguir trabajo no es nada fácil. Lo corriente es permanecer vacante durante meses y más meses, o desempeñar papeles de poca monta. Si la telenovela repite su presentación, el actor no recibe regalías. La ley del embudo. Desde mucho tiempo atrás los actores vienen luchando por el reconocimiento de sus justos derechos, mientras gobernantes y legisladores se muestran de oídos sordos. Los “oídos sordos” se han convertido en un talante nacional.
Esta flagrante injusticia ha llevado a cerca de 1.000 intérpretes a afiliarse al sindicato denominado Asociación Colombiana de Actores (ACÁ), cuya obvia finalidad es la de obtener la redención del gremio. Su voz ha llegado a la opinión pública y se hace sentir en el ámbito parlamentario, donde se abre campo un proyecto de ley que proteja a esta población abandonada.
La Sociedad Colombiana de Gestión, creada en 1987 con 42 socios fundadores, logró en 2010 la aprobación de la ley 1403 que le permite recaudar fondos para beneficio de estos trabajadores explotados. Entrelazadas ambas fuerzas, se da un paso adelante en el mismo propósito reivindicador del trabajo. Lo que hay de por medio es un aberrante estado de injusticia social. Por eso, Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo. Muy poco se hace para romper esa barrera.
Están a la vista casos lastimosos como los de Vicky Hernández, Pepe Sánchez y María Eugenia Dávila, figuras muy queridas de los colombianos, que viven hoy en medio de grandes necesidades en su edad mayor, y que indican hasta qué grado de apatía e indolencia puede llegarse cuando se carece de humanidad para apoyar a personas útiles y creativas como son los actores, tan incorporados a la vida de los hogares.
El primer actor de la historia fue Tespis, en la Grecia del siglo VI a.C., creador del monólogo en plena Dionisíaca. Los griegos enaltecieron a los actores con altos cargos de la república. A través de los tiempos, el actor ha sido un dechado de gracia, amenidad y talento. Sin él, el mundo viviría triste. Surgió como una fórmula para entretener a la gente y disipar sus pesares, y también para ponerla a pensar.
David Garrick (1717-1779) fue un destacado actor y dramaturgo británico. Autor de 40 obras de teatro. Su arte llenaba de regocijo al pueblo. En el poema Reír llorando, de Juan de Dios Peza, llega un hombre abatido por la adversidad ante un médico famoso al que le cuenta su desespero y falta de entusiasmo por la vida. El médico le da como receta buscar a Garrick: “Solo viendo a Garrick podréis curaros”, le dice. Y el enfermo responde: “¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta”.
El Espectador, Bogotá, 24-X-2014.
Eje 21, Manizales, 24-X-2014.
Comentarios:
Muy justa y bien lograda esta nota, que revela un sistema inhumano que abandona a sus ciudadanos no sólo en el ámbito cultural sino en general a quienes segrega el mismo Estado después de una vida dedicada al trabajo creativo. Alpher Rojas, Bogotá.
Existe toda la razón sobre la inequidad con la que se maltrata a quienes trabajan en el arte. Estos pulpos que se forman manipulan a su antojo a las personas que con estudio, preparación y profesionalismo les generan altas ganancias. Es la vieja y aún vigente «explotación del hombre por el hombre». Deplorable. Muy bueno el artículo y con un final ingenioso. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
Es una manifiesta injusticia la asignación que reciben estos destacados personajes por su trabajo honesto y difícil. Ojalá con la reciente creación de una entidad que los aglutine, logren las reivindicaciones sociales que merecen. Gustavo Valencia García, Armenia.
Aquí pasa lo mismo con el gremio de camarógrafos y gente de la industria del cine y la TV en el mundo latino. Es lamentable cómo los explotan. Colombia Páez, columnista de El Nuevo Herald, Miami.
Aquí en Francia, si bien hay actores muy bien pagados, los llamados intermitentes (extras, utileros y auxiliares de los actores) tienen que efectuar varias huelgas al año con el fin de obtener algunos beneficios, pues son muy mal pagados por las empresas promotoras de espectáculos. Me encantó el parágrafo sobre David Garrick. Álvaro Pérez Franco, colombiano residente en París.
Yo vi la entrevista que le hicieron a Vicky Hernández. Me sorprendió que una actriz tan reconocida terminara tan desilusionada, desempleada y desprotegida. Siquiera se asociaron: así pueden ejercer alguna presión. Esperanza Jaramillo García, Armenia.