La Cápsula de “El Tiempo”
Por Gustavo Páez Escobar
Retrocedamos 40 años: 3 de marzo de 1983. Aquel día, a las 11:05 de la mañana, era enterrada la Cápsula de El Tiempo en los jardines del periódico. Circulaba la edición 25.000, y con ese acto los lectores de entonces enviaban un mensaje a los lectores de la edición 50.000, hecho previsto para el 24 de junio de 2052 (69 años, 3 meses y 21 días después). En la ceremonia estaban presentes los directivos de El Tiempo y el doctor Belisario Betancur, presidente del país, acompañados de numeroso público.
Para llevar a cabo el acto, el periódico había solicitado a sus lectores que sugirieran ideas sobre los objetos que debían recogerse como distintivos de la cultura que entonces existía. Y llegaron miles de cartas. Los 69 años que iban a transcurrir hasta la apertura de la cápsula representan 25.316 días. Hasta hoy se ha recorrido el 58 % del total del camino (40 años), y queda por recorrer el 42 % (29 años).
En la cápsula están depositados 1.408 objetos representativos de diferentes expresiones culturales. Los habitantes del año 2052 se encontrarán con objetos que no existirán en aquellos días, y que pueden considerarse muestras de museo, y apreciarán grandes testimonios del talento y los sistemas de la vida imperantes en épocas remotas.
En el campo bibliográfico, el acervo aportado es amplio. Veamos algunos títulos: Aguja de marear, de Otto Morales Benítez; El estudiante de la mesa redonda, de Germán Arciniegas; El cuento colombiano (2 tomos), de Eduardo Pachón Padilla; colección completa de las obras de Gabriel García Márquez; Diccionario de escritores colombianos, de Luis María Sánchez López; Colombia amarga, de Germán Castro Caycedo; La Gruta Simbólica, de José Vicente Ortega Ricaurte.
Todo el patrimonio seleccionado se encuentra protegido en 19 cajas divididas por colores, en las cuales se exhiben los grandes temas de la vida nacional, como el político, el económico, el religioso, el de la violencia, y además se ofrece un panorama sobre la idiosincrasia del país en los campos artísticos o folclóricos.
Los habitantes del futuro se enterarán de canciones famosas, como Soy boyacense, de Héctor J. Vargas; Espumas, de Jorge Villamil; Ay mi llanura, de Arnulfo Briceño, o La casa en el aire, de Rafael Escalona. Y descubrirán objetos curiosos, como la primera lavadora que se usó en el país; un escapulario, de los que hoy viajan en los taxis; un chupo para niño, o las armas que empleaban las Fuerzas Militares.
Con gran sorpresa me enteré de que dos de mis libros habían sido incluidos en la Cápsula de El Tiempo: El sapo burlón (1981), colección de cuentos publicada por la Biblioteca Banco Popular, y Caminos (1982), crónicas editadas por la Gobernación del Quindío. A un amigo que me felicitó por ese hecho, hace 40 años, le dije: “Aspiro a que mis descendientes descubran en el año 2052 un gerente de banco que aparte de hacer cifras también escribía mensajes para la posteridad”.
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El Espectador, Bogotá, 25-III-2023. Eje 21, Manizales, 23-III-2023. La Crónica del Quindío, 26-III-2023.
Comentarios
Excelente información para muchísimos colombianos que ignoran sobre este gran «paquete» de artículos que en buena hora los directivos de El Tiempo idearon. Me imagino las caras de sorpresa y admiración de quienes dentro de 29 años descubran esa valiosa colección de objetos allí consignados. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
Extraordinario artículo que me hizo retroceder a las noticias de la época, cuando se selló la Cápsula de El Tiempo. Por aquellos años hacía tránsito de mi vida universitaria al azaroso mundo de los primeros escarceos laborales. Para mí fue fantástico ese acontecimiento: nunca supe si era un viaje al futuro desde 1983 o uno al pasado desde 2052. Hoy pienso que la Cápsula de El Tiempo, más que un viaje en el tiempo, es un reencuentro con nosotros mismos en medio de una modernidad avasallante. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.
Me siento muy orgullosa de que hubieran elegido El sapo burlón y Caminos para integrar la muestra significativa de una época de nuestro país, que más adelante va a ser conocida por las nuevas generaciones. Qué alegría saber que esos dos libros, que Valeria y sus amigas conocerán, son parte de mi papá. Liliana Páez Silva, Bogotá.