En el alma del Quindío (1)
Por Gustavo Páez Escobar
Hablar del alma del Quindío es lo mismo que hablar de todo el Quindío. Quien no lo conozca, se ha perdido de uno de los mayores espectáculos de la geografía colombiana. Con apenas 12 municipios y 1.845 kilómetros cuadrados de extensión, sobresale como uno de los territorios más fértiles, hermosos y hospitalarios de Colombia, y por eso se ha vuelto centro de atracción de las continuas corrientes turísticas que llegan del exterior y del propio país. El prodigio de la tierra hizo brotar palabras precisas, que suenan mágicas –edén y paraíso–, con las que se califica la riqueza ecológica del departamento.
Con estos apelativos están bautizadas muchas fincas, negocios y lugares diversos. El aeropuerto, ubicado en La Tebaida, a 15 kilómetros de Armenia, se denomina El Edén. En cercanías del club Campestre queda el reconocido restaurante Estación Paraíso, donde en el año 2013 mi esposa y yo tuvimos la gratísima sorpresa de encontramos con un entrañable grupo de amigos quindianos que fueron invitados por nuestros hijos y sus cónyuges para celebrarnos las bodas de oro. Muy cerca funciona el restaurante Rancho Edén, que lleva dos décadas de tradición y se ha convertido en sitio emblemático.
Me dice Josué López Jaramillo, mi excolega de la banca en Armenia y agrónomo de profesión, que el Quindío posee unas de las tierras de más alta calidad del país, ya que el suelo es profundo y rico en materia orgánica, y por eso posee mucha fertilidad. Sí: es un paraíso, o un edén, tanto por la fertilidad de la tierra como por el embrujo de sus paisajes. A esto hay que agregarle la amabilidad y la simpatía de su gente, tesoro innato que permanece fresco como sus verdes campiñas.
Vuelvo ahora al Quindío con mi familia en gratificante periodo de descanso, tras sufrir el confinamiento de 16 meses causado por la pandemia. Nos hospedamos en el hotel Palma Verde, compuesto por 16 confortables casas campestres –el mismo número de los meses del encierro, curiosa coincidencia–. Obsérvese que el nombre del hotel representa un tributo a la ecología de la comarca: la palma y la lozanía del entorno son el mejor distintivo del alma regional. La palma de cera del Quindío fue escogida como el árbol nacional de Colombia.
El hotel está en el kilómetro 10 de la vía al aeropuerto, cerca de una glorieta. Para mí, que viví 15 años en Armenia y regresé a Bogotá hace 38 años, es sorprendente descubrir en este paraje, antes deshabitado, un poderoso polo de desarrollo que ha surgido, a ritmo veloz, con viviendas, hoteles, restaurantes y otros negocios, como los supermercados Laureles y D1. Hoy crece en el sector una maravillosa zona turística con ambiente campestre que mañana será un centro urbano.
Los quindianos son personas de empuje, esfuerzo y progreso. No se arredran ante las dificultades. Si fueron capaces de reconstruir a Armenia en solo cinco años después del terremoto de 1999, cualquier cosa pueden hacer.
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El Espectador, Armenia, 14-VIII-2021.
Eje 21, Manizales, 13-VIII-2021.
La Crónica del Quindío, 15-VIII-2021.
Comentarios
Comparto tu opinión sobre el Quindío y en particular sobre Armenia. Estuve allá con la familia pasando una Semana Santa, hospedado en el Club Campestre de Armenia, y en realidad fue una experiencia maravillosa. Entre otras cosas, hay bellísimos pueblos alrededor de la capital del Quindío. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.
Soy testigo de todas las maravillas del Quindío que tú nombras, pues las disfruté en familia hace pocos años. Mercedes Medina de Pacheco, Bogotá.
Su columna es no solo una manifestación de gratitud hacia una tierra que lo acogió con cariño, sino un artículo con argumentos para motivar a la gente a que la visite. José Miguel Alzate, Manizales.
Verdaderamente envidiable que se hayan decidido a viajar al Quindío, tierra que todos ustedes aman, y que hayas encontrado no solo a Armenia sino a todo el departamento tan bello, tan grato, tan lleno de recuerdos y con esa naturaleza de prodigio que todavía tengo metida en el corazón, pese a que hace ya muchos años no regreso al Quindio. Diana López de Zumaya, Ciudad de Méjico.