Novela de Esperanza Jaramillo
Por: Gustavo Páez Escobar
La carrera literaria de Esperanza Jaramillo se inicia con el libro Caminos de la vida, publicado por la Gobernación del Quindío en 1979. En este almácigo de delicadas prosas líricas, la autora revela un alma sensible frente a los prodigios de la existencia. En su carrera de escritora no habrá desfallecimientos, si bien la atención de su actividad bancaria la desvía por épocas de su propósito de hacer literatura. Es la eterna lucha entre las letras de cambio y las letras del espíritu.
Oriunda de Manizales, se establece en Calarcá a la edad de doce años. El Quindío, embrujada tierra de cafetales, horizontes abiertos y fascinantes estampas bucólicas, ha visto germinar sucesivas cosechas de escritores y poetas. Comarca fecunda donde brotaron en el pasado célebres cuentistas como Eduardo Arias Suárez y Adel López Gómez; que posee figuras de excelencia en la poesía, como Carmelina Soto y Baudilio Montoya, y que cuenta además con exponentes connotados en los géneros del ensayo, la novela y el costumbrismo, esa comarca sería tierra pródiga para la joven viajera venida de las cumbres manizaleñas.
A Esperanza la conocí en el Quindío. Llegado también te otras latitudes, por aquellos días actuaba yo como gerente de un banco en la ciudad de Armenia y al mismo tiempo me desempeñaba en las letras y el periodismo, hazaña que, sin duda con exceso de arrojo, logré culminar con buena fortuna. Ella fue la primera directora de la Casa de la Cultura de Calarcá, antes de ingresar al sector bancario, en el cual lleva más de veinte años de labores, cumplidas entre Calarcá, Armenia y Bogotá, ciudad ésta donde hoy ocupa una destacada posición en Bancafé.
Al publicar su primera novela, El brazalete de las ausencias y los sueños, he de resaltar, ante todo, el esfuerzo enorme que significa escribir una obra dentro del clima agitado de los números. Como el dinero y las letras marchan por diferente camino, son dos campos opuestos y de difícil articulación entre sí, que por eso mismo representan un choque de trenes para quienes busquen cumplir los dos oficios a la vez.
Tras la sutil elaboración de su prosa lírica, aparece hoy la narradora vigorosa –y algo torrencial– que no se da tregua ni respiro para hacer caminar la historia. Historia que se convierte en una constante búsqueda del amor y la felicidad. Los seres que pinta Esperanza son protagonistas de las vicisitudes eternas que giran en torno a las querencias, frustraciones y anhelos del corazón. Alma, la heroína de la novela, es la muchacha elemental de todos los pueblos y de todos los escenarios sociales, que siente el ansia de amar y ser amada. Ese fluir de los sentimientos le permite a temprana edad su primera experiencia amorosa.
Pero como el corazón es voluble, llega el desengaño. Curada de su desilusión, surge otro romance, y más tarde un nuevo fracaso, seguido de fallidas ilusiones por encontrar en alguna parte el amor verdadero.
La búsqueda del amor y la felicidad será siempre el gran reto de la humanidad. Batalla que nunca se dará por terminada, por lo mismo que el alma no se resigna a la orfandad y a la derrota de su naturaleza espiritual y de su esencia sensitiva. El hombre no puede perder el derecho a soñar, el más sagrado de sus derechos. Eso es lo que defiende Esperanza en su novela.
La Crónica del Quindío, Armenia, 24-II-2003